lunes, 30 de septiembre de 2013

Caricatura Mickey y Minnie - Hansel y Gretel



Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel madrastra, muy cerca de un espeso bosque. Vivían con muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de darle una buena solución.
Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al leñador:
-No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más espesa del bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así nos desprenderemos de esa carga.
Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer.
-¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizás sean atacados por los animales del bosque? -gritó enojado.
-De cualquier manera, así moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descansó hasta convencer al débil hombre de llevar adelante el malévolo plan que se había trazado.
Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la conversación. Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba.
-No llores, querida hermanita -decía él-, yo tengo una idea para encontrar el camino de regreso a casa.
A la mañana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno de los niños un pedazo de pan.
-No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrán para el día.
El dominado y débil padre y la madrastra los acompañaron a adentrarse en el bosque. Cuando penetraron en la espesura, los niños se quedaron atrás, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue dejando caer con disimulo para tener señales que les permitieran luego regresar a casa.
Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron:
-Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos.
Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que cambiarían de opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los niños vieron que sus padres no aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso. Desgraciadamente, los pájaros se habían comido las migas que marcaban el camino. Toda la noche anduvieron por el bosque con mucho temor observando las miradas, observando el brillo de los ojos de las fieras, y a cada paso se perdían más en aquella espesura.
Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los niños vieron un pájaro blanco que volaba frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en señal amistosa. Siguiendo el vuelo de aquel pájaro encontraron una casita construida toda de panes, dulces, bombones y otras confituras muy sabrosas.
Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran dar un mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo.
La casa estaba hecha para atraer a los niños y cuando éstos se encontraban en su poder, la bruja los mataba y los cocinaba para comérselos.
Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba con ricos y sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tenía que hacer los trabajos más pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer.
Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Gretel que preparara una enorme cacerola de agua para cocinarlo.
-Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. Entra tú primero, Gretel, y fíjate si está bien caliente como para hornear.
En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera dentro para cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que no entendía lo que la bruja decía.
-Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel.
-Tonta -dijo la bruja-, mira cómo se hace -y la bruja metió la cabeza dentro del horno.
Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta.
Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos niños se llenaron los bolsillos de perlas y piedras preciosas del tesoro de la bruja.
Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecía imposible de atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeciéndose de ellos y les ofreció pasarlos a la otra orilla. Con gran alegría los niños encontraron a su padre allí. Éste había sufrido mucho durante la ausencia de los niños y los había buscado por todas partes, e incluso les contó acerca de la muerte de la cruel madrastra.
Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los niños se arrojaron en sus brazos. Así juntos olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo más importante en la vida es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo felices y ricos para siempre.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ortografía


 -Has de Haber.

-Haz de Hacer.


-Hay de Haber.

-Ahí de Lugar.

-Ay de Exclamar.

-Haya de Haber.

-Allá de Lugar.

-Halla de Encontrar/buscar.

El lobo y las 7 cabritas


 
Había una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, y las amaba con todo el amor que una buena madre puede tener por sus hijos. Un día ella quiso ir al bosque para conseguir algún alimento. Así que llamó a las siete cabritillas y les dijo:

-"Queridas hijas, tengo que ir al bosque, estad en guardia contra el lobo, si llegase a entrar, os devorará -piel, pelo y todo-. El lobo malvado por lo general se disfraza, pero lo reconocereis enseguida por su gruesa voz y sus negras patas."-

Las cabritas dijeron:

-"Mamá, tendremos mucho cuidado! Puedes salir sin preocuparte."

Entonces la vieja cabra baló, y partió a su camino con la mente tranquila.

No había transcurrido mucho tiempo cuando alguien tocó a la puerta de la casa y llamó:

-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-

Pero las pequeñas cabritas sabían que era el lobo por su gruesa voz,

-"No abriremos la puerta."- gritaron ellas. -"No eres nuestra madre. Ella tiene voz suave y placentera, en cambio tu voz es ronca, ¡Tú eres el lobo!"-

Entonces el lobo se retiró, fue a una tienda y se compró una gran masa de tiza, se la comió y con eso se le suavizó la voz. Y regresó donde las cabritas, tocó a la puerta y gritó:

-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-

Pero las cabritas vieron por debajo de la puerta unas negras patas y gritaron:

-"No abriremos la puerta, nuestra madre no tiene patas negras como las tuyas. ¡Tú eres el lobo!"-

Entonces el lobo fue donde un panadero y le dijo:

-"Me he herido los pies, ponme un poco de masa sobre ellos."-

Y cuando el panadero hubo cubierto sus pies, corrió donde el molinero y dijo:

-"Rocéame un poco de harina sobre mis pies."-

El molinero pensó para sí mismo:

-"Este lobo piensa engañar a alguien."- y se negó.

Pero el lobo dijo:

-"Si no lo haces, te devoraré."-

Entonces el molinero se asustó, y le emblanqueció las patas.

Así el malvado fue por tercera vez a la puerta de la casa, tocó y dijo:

-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-





Las cabritas gritaron:

-"Primero muéstranos tus patas para saber si tú eres nuestra mamá."-

Entonces él puso sus patas en la ventana, y cuando vieron que eran blancas, creyeron que todo lo que dijo era cierto y abrieron la puerta. ¡Pero ¿quien entró?, si no el malvado lobo! Se aterrorizaron y buscaron donde esconderse. Una saltó bajo la mesa, la segunda se metió dentro de la cama, la tercera dentro de la estufa, la cuarta en la cocina, la quinta en el armario, la sexta bajo el fregadero, y la séptima dentro de la caja del reloj de péndulo.

Pero el lobo las encontró, y sin ninguna ceremonia, una a una se las fue tragando. La más joven, que estaba dentro de la caja del reloj, fue a la única que no encontró.

Cuando el lobo quedó satisfecho con su apetito, salió, y se arrecostó bajo un árbol en el prado verde, y se quedó dormido. Poco después llegó la vieja cabra a casa de nuevo. ¡Oh, qué panorama el que encontró! La puerta de la casa permanecía abierta. La mesa, las sillas y bancas todas tiradas por el suelo, el fregadero quebrado en pedazos, los edredones y las almohadas quitadas de las camas. Buscó a sus cabritas, pero no encontró a ninguna. Las llamó una a una por su nombre, pero nadie contestaba. Al final cuando llamó a la más joven, una vocecita gritó:

-"¡Mamá, estoy aquí, encerrada en la caja del reloj!"-

Sacó a la cabrita y ésta le contó que había venido el lobo y devoró a las otras. Entonces puedes imaginarte cuánto lloró por sus pobres hijitas.

Soportando su dolor salió afuera, y la cabrita salió con ella. Cuando llegaron al prado, allí yacía el lobo bajo el árbol, y roncaba tan fuerte que hasta las ramas se movían. Ella lo miró por todos lados, y observó que algo se movía y saltaba en su abultado estómago.

-"¡Oh cielos!"- dijo ella, ¿Sería posible que mis pobres hijitas, que se las tragó el lobo para su cena, estuvieran aún con vida?"-

Entonces la cabrita menor corrió a casa y trajo tijeras, una aguja e hilo, y la vieja cabra le abrió el estómago al lobo, y cuando dificultosamente había hecho el primer corte, una de las cabritas asomó su cabeza, y cuando el corte fue aumentado, todas las seis saltaron hacia afuera, vivitas, y sin heridas, pues el malvado, en su ansiedad, se las había tragado enteras. ¡Cuánta felicidad hubo! Abrazaron a su querida madre, y saltaban como un marinero en su boda. La madre sin embargo dijo:

-"Ahora id por algunas piedras grandes, y le llenaremos a la malvada bestia el estómago con ellas, mientras sigue dormido."-

Entonces las siete cabritas le trajeron rápidamente las piedras, y pusieron tantas como pudieron dentro del estómago, y la madre lo cosió de nuevo a la mayor velocidad, de modo que él no se diera cuenta de nada y no notara ningún cambio.

Cuando al fin el lobo despertó, se paró en sus patas, y las piedras en su estómago lo hicieron sentir sed, y quizo ir al pozo a beber. Pero cuando empezó a caminar y moverse, las piedras en su estómago pegaban unas con otras y sonaban. Entonces gritó:

-"¿Qué tumba y retumba
dentro de mi pobre panza?
Yo pensé que eran seis cabritas,
pero no son sino piedras en danza."-

Cuando llegó al pozo se paró a la orilla, y cuando justo se agachó a beber, las pesadas piedras lo hicieron caer dentro. No tuvo ayuda alguna y se ahogó miserablemente.

Cuando las siete cabritas vieron aquello, llegaron corriendo al sitio y gritaron en voz alta:

-"¡El lobo ha muerto! ¡El lobo ha muerto!"-

Y danzaron llenas de regocijo alrededor del pozo junto con su madre.

Autor: Hermanos Grimm

Suma y colorea



 Colorear dibujos es divertido, pero si encima aprendes a sumar muchísimo mejor. Colorea este dibujo de matemáticas para colorear y aprende mientras rellenas de color este panel con números en función de sus sumas.

Añadir leyenda

martes, 17 de septiembre de 2013

La cara perfecta

Un cuento para animar a sonreír y estar alegres
Había una vez un muñeco de papel que no tenía cara. Estaba perfectamente recortado y pintado por todo el cuerpo, excepto por la cara. Pero tenía un lápiz en su mano, así que podía elegir qué tipo de cara iba a tener ¡Menuda suerte! Por eso pasaba el día preguntando a quien se encontraba:
- ¿Cómo es una cara perfecta?
- Una que tenga un gran pico - respondieron los pájaros.
- No. No, que no tenga pico -dijeron los árboles-. La cara perfecta está llena de hojas.
- Olvida el pico y las hojas -interrumpieron las flores- Si quieres una cara perfecta, tú llénala de colores.
Y así, todos los que encontró, fueran animales, ríos o montañas, le animaron a llenar su cara con sus propias formas y colores. Pero cuando el muñeco se dibujó pico, hojas, colores, pelo, arena y mil cosas más, resultó que a ninguno le gustó aquella cara ¡Y ya no podía borrarla!
Y pensando en la oportunidad que había perdido de tener una cara perfecta, el muñeco pasaba los días llorando.
- Yo solo quería una cara que le gustara a todo el mundo- decía-. Y mira qué desastre.
Un día, una nubecilla escuchó sus quejas y se acercó a hablar con él:
- ¡Hola, muñeco! Creo que puedo ayudarte. Como soy una nube y no tengo forma, puedo poner la cara que quieras ¿Qué te parece si voy cambiando de cara hasta encontrar una que te guste? Seguro que podemos arreglarte un poco.
Al muñeco le encantó la idea, y la nube hizo para él todo tipo de caras. Pero ninguna era lo suficientemente perfecta.
- No importa- dijo el muñeco al despedirse- has sido una amiga estupenda.
Y le dio un abrazo tan grande, que la nube sonrió de extremo a extremo, feliz por haber ayudado. Entonces, en ese mismo momento, el muñeco dijo:
- ¡Esa! ¡Esa es la cara que quiero! ¡Es una cara perfecta!
- ¿Cuál dices? - preguntó la nube extrañada - Pero si ahora no he hecho nada...
- Que sí, que sí. Es esa que pones cuando te doy una abrazo... ¡O te hago cosquillas! ¡Mira!
La nube se dio por fin cuenta de que se refería a su gran sonrisa. Y juntos tomaron el lápiz para dibujar al muñeco de papel una sonrisa enorme que pasara diez veces por encima de picos, pelos, colores y hojas.
Y, efectivamente, aquella cara era la única que gustaba a todo el mundo, porque tenía el ingrediente secreto de las caras perfectas: una gran sonrisa que no se borraba jamás.

Ejes de simetría

Llamamos figuras simétricas a las que tienen una o más líneas de simetría.
Todos los polígonos regulares (son los que tienen lados y ángulos iguales) son figuras simétricas y tienen tantos ejes de simetría como lados.
Aunque no nos hemos referido a los ejes de simetría horizontales también cumplen con todo lo dicho al referirnos a los verticales:


Un pentágono regular es simétrico respecto a un eje de simetría horizontal (en color amarillo).
En el ejemplo siguiente tenemos un rombo y comprobamos que su diagonal transversal nos sirve como eje de simetría horizontal.


Si  dibujas varios rombos seguidos unos de otros, y trazas un eje de simetría horizontal externo nos quedaría:




Podemos conseguir efectos interesantes si cada fila de rombos los pintamos de colores diferentes:


15.111  ¿Cuántos ejes de simetría tiene un cuadrado?.Dibújalas.
Respuesta: 4 ejes de simetría.

Dibujo

Las dos diagonales y las dos que unen los puntos medios de cada lado. 
15.112  ¿Cuántos ejes de simetría tiene un triángulo equilátero? Dibújalos.
Respuesta: 3 ejes de simetría por tener sus lados y ángulos iguales.
Dibujo:

15.113  ¿Cuántos ejes de simetría tiene un hexágono regular? Dibújalos.
Respuesta: 6 ejes de simetría.

Dibujo: 

Si por cualquiera de las líneas de color doblase el papel que contuviera esta figura, coincidirían ángulos y líneas. 
15.114  ¿Cuántos ejes de simetría un triángulo isósceles? Razona tu respuesta. Dibuja.
Respuesta: 1 eje de simetría. No es un polígono regular, de los tres lados y tres ángulos, dos son iguales, luego al no ser un polígono regular, no tiene tantos ejes de simetría como número de lados.

Dibujo:

15.115  ¿Cuántos ejes de simetría un trapecio isósceles? Razona tu respuesta. Dibuja.
Respuesta: 1 eje de simetría. Al no tener sus 4 lados y ángulos iguales su único eje de simetría vendría dado por su altura siempre que ésta una los puntos medios de los lados paralelos.

Dibujo:

15.116  ¿Cuántos ejes de simetría un trapecio rectángulo? Razona tu respuesta. Dibuja.
Respuesta: Ninguno por no tener sus lados diferentes no es un polígono regular. Generalmente, los polígonos irregulares no son simétricos.
Dibujo:

No hay posibilidad de trazar ningún eje de simetría. 
15.117   ¿Cuántos ejes de simetría tiene un triángulo escaleno? Dibújalo.
Respuesta: Ninguno.

Dibujo: 

Tienen distintas medidas sus lados y ángulos, por lo tanto, no es una figura simétrica.





sábado, 14 de septiembre de 2013

Ortografía


Es «cónyuge», no «cónyugue». 
Es «a veces», no «aveces». 
Es «o sea», no «osea». 
Es «digresión», no «disgresión».

Es «taxi», no «tasi». 
Es «Pepsi», no «Pesi». 
Es «pizza», no «picza». 
Es «estoy afuera de tu casa», no «te extraño».

No es «ati», es «a ti».
No es «enserio», es «en serio».
No es «deacuerdo», es «de acuerdo».
No es «enfin», es «en fin». 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Cuento de Caperucita Roja

Caperucita roja, en versión de los hermanos Grimm
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña? - le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita - le dijo Caperucita.
- No está lejos - pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor - dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor - siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor! - y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.