Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque, rodeado de libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de lado porque se pasaba el día contando historias imaginarias sobre hazañas caballerescas, aventuras submarinas y expediciones extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si las hubiera vivido de verdad, hasta que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó quedándose solo.
Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a pensar que sus historias eran muy aburridas y por eso nadie las quería escuchar. Pero pese a eso continuó escribiendo.
Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de aventuras. Se imaginaba vestido de caballero salvando a inocentes princesas o sintiendo el frío del mar sobre su traje de buzo mientras exploraba las profundidades del océano.
Se pasaba el día escribiendo historias y dibujando los lugares que imaginaba. De vez en cuando, salía al bosque a leer en voz alta, por si alguien estaba interesado en compartir sus relatos.
Un día, mientras el conejito soñador leía entusiasmado su último relato, apareció por allí una hermosa conejita que parecía perdida. Pero nuestro amigo estaba tan entregado a la interpretación de sus propios cuentos que ni se enteró de que alguien lo escuchaba. Cuando acabó, la conejita le aplaudió con entusiasmo.
-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -. ¿Te ha gustado mi historia?
-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?
-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.
- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?
- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas…
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber escribir historias como la tuya pero no se...
El conejito se dio cuenta de que la conejita se había puesto de repente muy triste así que se acercó y, pasándole la patita por encima del hombro, le dijo con dulzura:
- Yo puedo enseñarte si quieres a escribirlas. Seguro que aprendes muy rápido
- ¿Sí? ¿Me lo dices en serio?
- ¡Claro que sí! ¡Hasta podríamos escribirlas juntos!
- ¡Genial! Estoy deseando explorar esos lugares, viajar a esos mundos y conocer a todos esos villanos y malandrines -dijo la conejita-
Los conejitos se hicieron muy amigos y compartieron juegos y escribieron cientos de libros que leyeron a niños de todo el mundo.
Sus historias jamás contadas y peripecias se hicieron muy famosas y el conejito no volvió jamás a sentirse solo ni tampoco a dudar de sus historias.
PERSONITA ESTE BLOG ES SOLO PARA TI, AQUI PODRÁS LEER TODOS LOS DÍAS UN CUENTO DIFERENTE Y HACER VARIAS ACTIVIDADES PROPIAS DE TU EDAD. Profra. Rocío Romero Kuhliger.
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martes, 1 de octubre de 2019
viernes, 26 de julio de 2019
Letras de canciones populares infantiles que no pasan de moda
1. Cucú, cantaba la rana
Cucú, cucú, cantaba la rana,
Cucú, cucú, debajo del agua.
Cucú, cucú, debajo del agua.
Cucú, cucú, pasó un marinero
Cucú, cucú, llevando romero.
Cucú, cucú, llevando romero.
Cucú, cucú, pasó una criada
Cucú, cucú, llevando ensalada.
Cucú, cucú, llevando ensalada.
Cucú, cucú, pasó un caballero,
Cucú, cucú, con capa y sombrero.
Cucú, cucú, con capa y sombrero.
Cucú, cucú, pasó una señora,
Cucú, cucú, llevando unas moras.
Cucú, cucú, llevando unas moras.
Cucú, cucú, le pedí un poquito,
Cucú, cucú, no me quiso dar,
Cucú, cucú, me puse a llorar.
Cucú, cucú, me puse a llorar.
2. Yo tenía 10 perritos
Yo tenía diez perritos,
yo tenía diez perritos.
yo tenía diez perritos.
Uno se perdió en la nieve.
Nada más me quedan nueve.
Nada más me quedan nueve.
De los nueve que quedaban (bis)
uno se comió un bizcocho.
Nada más me quedan ocho.
uno se comió un bizcocho.
Nada más me quedan ocho.
De los ocho que quedaban (bis)
uno se subió a un cohete.
Nada más me quedan siete.
uno se subió a un cohete.
Nada más me quedan siete.
De los siete que quedaban (bis)
uno se tragó un ciempiés.
Nada más me quedan seis.
uno se tragó un ciempiés.
Nada más me quedan seis.
De los seis que quedaban (bis)
uno se mató de un brinco.
Nada más me quedan cinco.
uno se mató de un brinco.
Nada más me quedan cinco.
De los cinco que quedaban (bis)
uno se perdió en un teatro.
Nada más me quedan cuatro.
uno se perdió en un teatro.
Nada más me quedan cuatro.
De los cuatro que quedaban (bis)
uno se lo llevó Andrés.
Nada más me quedan tres.
uno se lo llevó Andrés.
Nada más me quedan tres.
De los tres que me quedaban (bis)
uno se murió de tos.
Nada más me quedan dos.
uno se murió de tos.
Nada más me quedan dos.
De los dos que me quedaban (bis)
uno se lo llevó Bruno.
Nada más me queda uno.
uno se lo llevó Bruno.
Nada más me queda uno.
De ese uno que quedaba
Lo mató una bicicleta
y quedó el pobre aplastado debajo de la baqueta.
Lo mató una bicicleta
y quedó el pobre aplastado debajo de la baqueta.
Aquí se acaba la historia
de los perros que perdí
y si usted no lo ha entendido
se la vuelvo a repetir.
de los perros que perdí
y si usted no lo ha entendido
se la vuelvo a repetir.
3. La vaca lechera
Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Me da leche merengada
¡Ay que vaca tan salada!
Tolón tolón, tolón tolón.
No es una vaca cualquiera
Me da leche merengada
¡Ay que vaca tan salada!
Tolón tolón, tolón tolón.
Un cencerro le compraron
y a mi vaca le ha gustado
se pasea por el prado
mata mosca con su rabo
Tolón tolón, tolón tolón.
y a mi vaca le ha gustado
se pasea por el prado
mata mosca con su rabo
Tolón tolón, tolón tolón.
Que felices viviremos
Cuando vengas a mi lado
Con sus quesos, con tus besos,
Los tres juntos, ¡que ilusión!
Cuando vengas a mi lado
Con sus quesos, con tus besos,
Los tres juntos, ¡que ilusión!
Tengo una vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Me da leche merengada
¡Ay que vaca tan salada!
Tolón tolón, tolón tolón.
No es una vaca cualquiera
Me da leche merengada
¡Ay que vaca tan salada!
Tolón tolón, tolón tolón.
4. Que llueva, que llueva
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan,
Las luna se levanta.
La Virgen de la Cueva
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan,
Las luna se levanta.
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan,
Las luna se levanta.
La Virgen de la Cueva
Que llueva, que llueva
La Virgen de la Cueva
Los pajaritos cantan,
Las luna se levanta.
¡Que sí, que no,
que caiga un chaparrón!
¡Que sí, que no,
le canta el labrador! (bis)
que caiga un chaparrón!
¡Que sí, que no,
le canta el labrador! (bis)
5. La cucaracha
La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
Una vez la cucaracha
se metió en un hormiguero
y las picaras hormigas
las patitas le comieron.
se metió en un hormiguero
y las picaras hormigas
las patitas le comieron.
Pobrecita cucaracha
anda renga y afligida
caminando a paso lento
escondiéndose de día.
anda renga y afligida
caminando a paso lento
escondiéndose de día.
La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
La señora cucaracha
se ha comprado una bombacha
toda llena de botones
y adornada con hilachas.
se ha comprado una bombacha
toda llena de botones
y adornada con hilachas.
Que bombacha mamarracha
le dijeron los ratones
pero a doña cucaracha
no le importan opiniones.
le dijeron los ratones
pero a doña cucaracha
no le importan opiniones.
La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
ya no puede caminar
porque no tiene, porque le faltan
las dos patitas de atrás.
6. Pin pon
Pin pon es un muñeco
muy guapo y de cartón
se lava la carita con agua y con jabón. (bis)
muy guapo y de cartón
se lava la carita con agua y con jabón. (bis)
Pin pon siempre se peina
con peine de marfil
y aunque se hace tirones
no llora y no hace así.
con peine de marfil
y aunque se hace tirones
no llora y no hace así.
Pin pon siempre se peina
con peine de marfil
y aunque se hace tirones
no llora y no hace así.
con peine de marfil
y aunque se hace tirones
no llora y no hace así.
Pin pon dame la mano
con un fuerte apretón
yo quiero ser tu amigo
pin pon pin pon pin pon.
con un fuerte apretón
yo quiero ser tu amigo
pin pon pin pon pin pon.
Pin pon dame la mano
con un fuerte apretón
yo quiero ser tu amigo
pin pon pin pon pin pon. (bis)
con un fuerte apretón
yo quiero ser tu amigo
pin pon pin pon pin pon. (bis)
7. Los pollitos dicen
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.
Bajo sus dos alas
acurrucaditos,
hasta el otro día
duermen los pollitos.
acurrucaditos,
hasta el otro día
duermen los pollitos.
8. Un elefante se balanceaba
Un elefante se balanceaba
sobre la tela de una araña
y como veía que resistía
fue a llamar a otro elefante.
sobre la tela de una araña
y como veía que resistía
fue a llamar a otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban
sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.
sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.
Tres elefantes se balanceaban
sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.
sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante.
Cuatro elefantes se balanceaban
sobre la tela de una araña,
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante…
y como veían que resistían
fueron a llamar a otro elefante…
9. A mi burro le duele
A mi burro, a mi burro
Le duele la cabeza
Y el médico le ha dado
Una gorrita gruesa
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
Le duele la cabeza
Y el médico le ha dado
Una gorrita gruesa
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
A mi burro, a mi burro
Le duelen las orejas
El médico le manda
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
Le duelen las orejas
El médico le manda
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
A mi burro, a mi burro
Le duele la garganta
El médico le manda
Una bufanda blanca
Una bufanda blanca
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
Le duele la garganta
El médico le manda
Una bufanda blanca
Una bufanda blanca
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
A mi burro, mi burro
Le duele el corazón
El médico le manda
Jarabe de limón
Una bufanda blanca
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
Le duele el corazón
El médico le manda
Jarabe de limón
Una bufanda blanca
Que las ponga muy tiesas
Una gorrita gruesa
Mi burro enfermo está.
10. Estaba el señor Don Gato
Estaba el Señor Don Gato
sentadito en su tejado,
marramiau, miau, miau,
sentadito en su tejado.
sentadito en su tejado,
marramiau, miau, miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta
que si quiere ser casado,
marramiau, miau, miau, miau,
que si quiere ser casado.
que si quiere ser casado,
marramiau, miau, miau, miau,
que si quiere ser casado.
Con una gatita blanca
sobrina de un gato pardo,
marramiau, miau, miau, miau,
sobrina de un gato pardo.
sobrina de un gato pardo,
marramiau, miau, miau, miau,
sobrina de un gato pardo.
Al recibir la noticia
se ha caído del tejado,
marramiau, miau, miau, miau,
se ha caído del tejado.
se ha caído del tejado,
marramiau, miau, miau, miau,
se ha caído del tejado.
Se ha roto siete costillas
el espinazo y el rabo,
marramiau, miau, miau, miau,
el espinazo y el rabo.
el espinazo y el rabo,
marramiau, miau, miau, miau,
el espinazo y el rabo.
Ya lo llevan a enterrar
por la calle del pescado,
marramiau, miau, miau, miau,
por la calle del pescado.
por la calle del pescado,
marramiau, miau, miau, miau,
por la calle del pescado.
Al olor de las sardinas
el gato ha resucitado,
marramiau, miau, miau, miau,
el gato ha resucitado.
el gato ha resucitado,
marramiau, miau, miau, miau,
el gato ha resucitado.
Con razón dice la gente
siete vidas tiene un gato,
marramiau, miau, miau, miau,
siete vidas tiene un gato.
siete vidas tiene un gato,
marramiau, miau, miau, miau,
siete vidas tiene un gato.
Letras de canciones populares infantiles que no pasan de moda
Pulgarcito
Había una vez una pareja de campesinos que deseaba tener hijos. Todas las noches, sentados junto al hogar, conversaban entre ellos:
–¡Qué triste es esta casa sin niños correteando!– decía el hombre
–¡Cuánto silencio, mientras en las otras casas todo es alegría!– respondía la mujer
Sucedió al fin, que después de tanta espera y tantas plegarias, la mujer dió a luz a un niño, bellísimo y perfecto, pero pequeñito como un dedo pulgar.
A los padres no les importó. Lo amaban con todo el corazón, y en razón de su tamaño, le llamaron Pulgarcito.
Los campesinos lo alimentaban lo mejor que podían, pero el niño no crecía. Pasaron algunos años, pero el pequeñín seguía siendo tan alto como un pulgar. A pesar de ello, era un niño muy listo, era capaz de conseguir lo que se proponía gracias a su astucia, más allá de su tamaño.
Un día su padre debía ir al mercado del pueblo para vender algunas gallinas y hortalizas. No podía llevar las gallinas y los vegetales de una sola vez, por lo que tendría que hacer dos fatigosos viajes. En eso estaba pensando cuando dijo para sí, hablando en voz baja:
–¡Ojalá tuviera alguien que me pudiera llevar el carro con las gallinas más tarde!
Pulgarcito lo escuchó y quiso ayudar a su padre:
–¡No te preocupes papá! Yo te llevaré el carro a la hora que tú me digas
El campesino, riendo, le respondió:
–Eres demasiado pequeño para llevar las riendas, ¡nunca lo lograrías!
Pero el niño estaba muy seguro de sí mismo, y le dijo al hombre que si su madre le ayudaba a enganchar las riendas, él se subiría a la oreja del caballo y lo conduciría al pueblo sin problemas. El campesino pensó que con probar no perderían nada, y aceptó.
De camino al pueblo
A la hora establecida, la madre enganchó el caballo al carro y Pulgarcito se sentó en la oreja del animal. Desde allí le iba dando órdenes: «¡Arre! ¡Soo!». Todo iba según los planes del pequeño, hasta que con el carro cogió el camino que atravesaba el bosque. Allí se topó con dos forasteros, que sorprendidos, vieron pasar un carro y escucharon la voz del carretero, pero no lograron verlo por ninguna parte.
–¡Aquí sucede algo extraño! Vamos a seguir al carro a ver si lo descubrimos– dijo uno de los forasteros.
Finalmente el carro llegó al mercado, y cuando Pulgarcito vio a su padre le gritó:
-¡Papá estoy aquí, ayúdame a bajar!
El campesino acercó su mano a la oreja del caballo, y el niño saltó en ella. Al verlo, los forasteros no podían dar crédito a sus ojos. Pensaron que podrían hacerse ricos exhibiendo al niño en miniatura de ciudad en ciudad, y se dirijieron al campesino para hacerle una oferta:
–Campesino, véndenos al hombrecito, lo trataremos bien– le dijeron
–Es la luz de nuestros ojos, ¡no lo daría ni por todo el oro del mundo!- les respondió
Pero el niño, que había escuchado toda la conversación, se encaramó hasta el hombro de su padre y le susurró al oído:
–Acepta papá, necesitamos el dinero y yo lograré volver muy pronto.
Entonces el hombre, sabiendo que su hijo era muy capaz de arreglárselas para regresar a casa cuanto antes, y apremiado por las necesidades que pasaba la familia, aceptó la moneda de oro que lo ofrecieron los forasteros y los vió alejarse con Pulgarcito.
Pulgarcito y los ladrones
Después de mucho andar se hizo de noche, y Pulgarcito pidió a los forasteros que lo bajaran al suelo para poder hacer sus necesidades. El hombre que lo llevaba en el hombro así lo hizo, dejándole al borde del camino, donde se extendía un campo.
El pequeño se adentró un poquito en el campo y, ni lento ni perezoso, se escondió dentro de una madriguera de liebres. «Adiós caballeros, podéis seguir sin mí«, les gritó desde adentro a los forasteros, burlándose. los hombres quisieron meter sus manos en el agujero para sacarlo, pero fue en vano; al final, después de horas de hacer intentos fallidos, se dieron por vencidos y se alejaron por el camino. Pulgarcito decidió esperar dentro de la madriguera a que clareara el día, para volver a casa.
Al poco rato, escuchó las voces de unos hombres que pasaban por el camino. Hablaban de cómo podrían hacer para quedarse con el dinero y la plata de un cura. Pulgarcito pensó que podía aprovechar la oportunidad para volver con algo de dinero a casa.
–¡Yo os diré cómo hacer!– les gritó
Los ladrones no entendían de dónde provenía aquella voz que les llamaba, hasta que finalmente vieron a Pulgarcito entre las hierbas.
-¿Tú vas a ayudarnos? Si eres poco más grande que un microbio- rieron los hombres.
–Justamente por ello os puedo ayudar. Me meteré sin ser visto en el cuarto del cura, y os pasaré por la ventana todo lo que queráis.
Los ladrones aceptaron y lo llevaron hasta la casa del cura. Pulgarcito se metió en el interior del cuarto, y gritó con todas sus fuerzas:
–¿Queréis llevaros todo lo que hay aquí?
Los hombres le dijeron que bajara la voz porque podría despertar a alguien, pero el niño siguió gritando como si no les hubiese oído:
–Entonces, ¿vais a llevaros todo lo que hay en la casa?
La cocinera de la casa oyó los gritos, y se escondió para ver qué estaba sucediendo. Los hombres, temerosos de que alguien los descubriera, insistieron:
–Vamos niño, deja ya de jugar y pásanos algo
–Enseguida- dijo Pulgarcito- ¡solo tenéis que alargar las manos!
La cocinera, que había oído todo, salió corriendo hacia la puerta al grito de «¡ladrones, ladrones!». Los malhechores salieron corriendo despaboridos, y Pulgarcito aprovechó la confusión para escapar y meterse en el establo de la casa.
Pulgarcito y la vaca
El pequeño buscaba un lugar donde dormir hasta que amaneciese, para poder regresar a su casa. Se acomodó sobre una montaña de heno y se quedó dormido. Al alba, la criada se dirigió al establo para alimentar al ganado. Con la horca cogió una gran cantidad de heno, con tan mala suerte que escogió justamente el montón en el que estaba durmiendo Pulgarcito.
El pobre muchachito se despertó de su pesado sueño cuando ya estaba en la boca de la vaca. La vaca tragó el heno, y con él a Pulgarcito. El pequeño se encontró en el oscuro estómago de la vaca, rodeado de hierba y con cada vez menos espacio para moverse, ya que la vaca seguía comiendo. Llegó un momento en que, realmente asustado, comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
–¡Basta de forraje por favor!
La criada, al oír este grito desesperado, y sin ver a nadie a su alrededor, salió corriendo asustada hasta la casa gritando:
–¡Señor párroco, la vaca habla!
–¿Estás loca mujer?- le respondió el cura, pensando que su criada había perdido la razón. Pero como la mujer no dejaba de gritar, la acompañó al establo para ver qué ocurría. Cuando oyó que alguien se acercaba, Pulgarcito volvió a gritar:
–¡Basta de forraje por favor!
El cura pensó que un mal espíritu había poseído al animal, y ordenó que la mataran. Así se hizo, y el estómago de la vaca, en el que estaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado a la basura.
Pulgarcito y el lobo
Con mucho trabajo, Pulgarcito logró abrirse paso hasta el exterior, con tan mala suerte que justo en el momento de asomar la cabeza, vió a un lobo hambriento que se tragó el estómago -y a Pulgarcito- de un solo bocado. El pequeñín no se desanimó. «Tal vez pueda hacer razonar a este lobo«, pensó. Entonces, desde su panza, le dijo:
–Señor lobo, yo podría llevarle a un lugar donde podrás comer hasta hartarte. En la despensa de esta casa hay embutidos y tocino al por mayor… podrá comer hasta hartarse.
–¿Y dónde es ese lugar?– preguntó el lobo.
Pulgarcito le explicó como llegar hasta su propia casa. Sabía que sus padres tenían en la despensa todos los embutidos que preparaban para vender en el mercado. Llegados a la casa, hizo entrar al lobo por una pequeña ventanita en la despensa, donde comió hasta hartarse. Tanto había comido, que ya no pasaba por la ventanita para poder salir. Este había sido el plan de Pulgarcito desde el principio, que se puso a gritar con todas sus fuerzas. El lobo intentaba callarle, ¿pero cómo podría callar a su propia tripa?
Con tanto alboroto, los padres de Pulgarcito despertaron, y al ver por una rendija que había un lobo en la despensa, corrieron a armarse de hacha y hoz. El padre del niño le dijo a su mujer que se quedara detrás de él preparada con la hoz, pero Pulgarcito escuchó su voz y comenzó a gritar:
–¡Papá soy yo, estoy en la panza del lobo!
Loco de felicidad pero preocupado por el destino de su hijo, el campesino le dio un hachazo en la cabeza al lobo, que cayó muerto al instante. Con una tijeras, padre y madre abrieron la barriga del animal y rescataron a su hijito.
-¡Hijo qué angustia hemos pasado! ¡Nunca más permitiremos que te alejes de nosotros por ningún motivo!
–No os preocupéis, he tenido demasiadas aventuras y muy peligrosas; desde hoy me quedaré siempre con vosotros- dijo Pulgarcito
Y acariciando y besando a su querido hijo, los padres le llevaron a casa, le dieron de comer y beber, y lo acompañaron a descansar finalmente en su camita, después de tantas y tan peligrosas aventuras.
domingo, 16 de junio de 2019
Culibillas y las hormigas blancas
Hace mucho tiempo cuando el planeta estaba habitado por dioses, hubo una diosa llamada Culibillas. Era una joven bellísima que provenía de una familia humilde. Sus padres Arafita y Anayet, no tenían tierras ni apenas ganado, pero tenían a su hija, que era su mayor tesoro.
Culibillas era una muchacha sincera y dulce a la que le gustaban los animales, especialmente las hormigas blancas, quienes disfrutaban mucho de su compañía y la acompañaban en sus paseos por la montaña.
Las cualidades de Culibillas no pasaban inadvertidas para el resto de los dioses, especialmente para uno: Balaitús. Éste era un dios perverso al que todos conocían por sus saqueos y correrías. Incluso era capaz de provocar terribles tormentas cuando se enfadaba.
El caso es que Balaitús puso sus ojos en la bella Culibillas y decidió bajar en busca de ella.
- ¿Pero qué es eso? - dijo Culibillas a sus hormigas cuando vio que el cielo se abría en terribles truenos y relámpagos.
Era Balaitús, que descendía con su carro. Pero en ese mismo instante aparecieron Arafita y Anayet y evitaron que el malvado dios bajara a por ella.
- Esto no quedará así - dijo Balaitús - Volveré a buscarla mañana al atardecer, la raptaré y será mía, ¡¡¡mía!!!
Pero lo que no se imaginaba Balaitús era que alguien más había oído sus malvados planes. Una de las hormigas blancas de Culibillas, Formiguilla, se había escondido en su carro y lo había oído todo. Tenía que avisar a sus compañeras para evitar que llevara a cabo su plan. Así que se subió a un águila real y le pidió que la llevara a su hormiguero.
Le contó a sus compañeras las maléficas intenciones de Balaitús y todas estuvieron de acuerdo en que no podían permitírselo.
- ¡Arriesgaremos nuestra vida si es necesario! - dijeron todas al unísono
Fueron en busca de Culibillas y descubrieron a la joven durmiendo junto a una roca. Se fueron subiendo una a una sobre ella y así lograron formar un manto blanco bajo el cual la muchacha pasaba inadvertida.
Entonces Balaitús cumplió con sus planes y bajó a la tierra encolerizado dispuesto a encontrarla. Pero por mucho que la buscó por todos los rincones no dio con ella. Su rabia fue en aumento, gritó tan fuerte que quebró las rocas y golpeó el suelo con tanta potencia que acabó con cientos de hormigas. Cuando vio que de nada servía se marchó con su carro lanzando espantosas amenazas contra todos los seres de aquellas montañas, sobre todo a las hormigas, a las que odiaba especialmente.
Los gritos de Balaitús acabaron por despertar a Culibillas.
- Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué hacéis todas colocadas sobre mí?
La joven vió algunas de las hormigas pisoteadas en el suelo y escuchó a lo lejos las amenazas de Balaitús por lo que pudo hacerse una idea de lo que había ocurrido.
- ¡No permitiré que acabe con vosotras, mis hormiguitas! ¡De ninguna manera!
De modo que cogió una roca afilada que se había desprendido a consecuencia de los gritos de Balaitús y se lo clavó en el pecho para dejarles a las hormigas un lugar en el que guarecerse.
Tras el gesto de generosidad de Culibillas su cuerpo se convirtió en una montaña a la cual llamaron Peña Foratata que albergaba una brecha dentro, donde dicen, todavía se encuentran hoy guardadas las hormigas.
Con el tiempo, y en memoria de la dulce y buena Culibillas y sus hormigas, el pueblo que nació a los pies de la peña recibió el nombre de Formigal (que en aragonés significa hormiguero).
Cuentos Cortos
Culibillas era una muchacha sincera y dulce a la que le gustaban los animales, especialmente las hormigas blancas, quienes disfrutaban mucho de su compañía y la acompañaban en sus paseos por la montaña.
Las cualidades de Culibillas no pasaban inadvertidas para el resto de los dioses, especialmente para uno: Balaitús. Éste era un dios perverso al que todos conocían por sus saqueos y correrías. Incluso era capaz de provocar terribles tormentas cuando se enfadaba.
El caso es que Balaitús puso sus ojos en la bella Culibillas y decidió bajar en busca de ella.
- ¿Pero qué es eso? - dijo Culibillas a sus hormigas cuando vio que el cielo se abría en terribles truenos y relámpagos.
Era Balaitús, que descendía con su carro. Pero en ese mismo instante aparecieron Arafita y Anayet y evitaron que el malvado dios bajara a por ella.
- Esto no quedará así - dijo Balaitús - Volveré a buscarla mañana al atardecer, la raptaré y será mía, ¡¡¡mía!!!
Pero lo que no se imaginaba Balaitús era que alguien más había oído sus malvados planes. Una de las hormigas blancas de Culibillas, Formiguilla, se había escondido en su carro y lo había oído todo. Tenía que avisar a sus compañeras para evitar que llevara a cabo su plan. Así que se subió a un águila real y le pidió que la llevara a su hormiguero.
Le contó a sus compañeras las maléficas intenciones de Balaitús y todas estuvieron de acuerdo en que no podían permitírselo.
- ¡Arriesgaremos nuestra vida si es necesario! - dijeron todas al unísono
Fueron en busca de Culibillas y descubrieron a la joven durmiendo junto a una roca. Se fueron subiendo una a una sobre ella y así lograron formar un manto blanco bajo el cual la muchacha pasaba inadvertida.
Entonces Balaitús cumplió con sus planes y bajó a la tierra encolerizado dispuesto a encontrarla. Pero por mucho que la buscó por todos los rincones no dio con ella. Su rabia fue en aumento, gritó tan fuerte que quebró las rocas y golpeó el suelo con tanta potencia que acabó con cientos de hormigas. Cuando vio que de nada servía se marchó con su carro lanzando espantosas amenazas contra todos los seres de aquellas montañas, sobre todo a las hormigas, a las que odiaba especialmente.
Los gritos de Balaitús acabaron por despertar a Culibillas.
- Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué hacéis todas colocadas sobre mí?
La joven vió algunas de las hormigas pisoteadas en el suelo y escuchó a lo lejos las amenazas de Balaitús por lo que pudo hacerse una idea de lo que había ocurrido.
- ¡No permitiré que acabe con vosotras, mis hormiguitas! ¡De ninguna manera!
De modo que cogió una roca afilada que se había desprendido a consecuencia de los gritos de Balaitús y se lo clavó en el pecho para dejarles a las hormigas un lugar en el que guarecerse.
Tras el gesto de generosidad de Culibillas su cuerpo se convirtió en una montaña a la cual llamaron Peña Foratata que albergaba una brecha dentro, donde dicen, todavía se encuentran hoy guardadas las hormigas.
Con el tiempo, y en memoria de la dulce y buena Culibillas y sus hormigas, el pueblo que nació a los pies de la peña recibió el nombre de Formigal (que en aragonés significa hormiguero).
Cuentos Cortos
Los dos gemelos y la caja mágica
Érase una vez dos hermanos gemelos que se llamaban Juanito y Miguelito. Tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos y la misma sonrisa. Además su madre siempre los vestía igual. Pero había algo que los diferenciaba: uno era más travieso que otro. Juanito siempre hacía rabiar a Miguelito hasta que lo hacía llorar.
En vacaciones fueron a visitar a sus abuelos. Ellos vivían en una casa en mitad del bosque donde había muchos árboles y sitios para jugar. Un día, mientras corrían al lado del río, Juanito hacía rabiar a su hermano continuamente así que al final Miguelito decidió esconderse en una casita de madera que encontró por el camino.
Se quedó allí un rato esperando a que Juanito lo dejara tranquilo cuando, de repente, encontró una caja que brillaba mucho. Era una caja preciosa, bastante pequeña y pintada con muchos dibujos antiguos. Miguelito se acercó a la caja y la miró detenidamente hasta que la cogió y la abrió muy despacio. Al abrir la caja, una voz muy dulce le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.
Miguelito soltó la caja porque se asustó mucho al oír aquella voz, pero rápidamente se acercó de nuevo y volvió a abrirla.
- Pídeme un deseo y te lo concederé, pero piénsalo bien porque tiene que ser un deseo importante - dijo la caja.
Miguelito cerró la caja y la guardó en su mochila. Cuando llegó a casa de sus abuelos la escondió debajo de la cama sin darse cuenta de que su hermano Juanito, estaba espiándole desde la ventana.
Cuando Miguelito salió de la habitación, Juanito fue a buscar lo que su hermano había escondido y se encontró con aquella preciosa caja. Cuando la abrió, la caja le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.
Juanito, rápidamente, pidió a la caja que aquella habitación se llenase de golosinas para él sólo y la caja le concedió el deseo.
Empezó a comer y comer hasta que llegó su hermano Miguelito. Éste vio todas aquellas chucherías y pidió a Juanito que le dejara comer alguna, pero su hermano le dijo que todas eran para él porque así se lo había pedido a la caja mágica.
Miguelito se enfadó mucho porque su hermano le había quitado la caja y porque además estaba siendo egoísta al no querer compartir con él ninguna golosina. Tenía miedo de que la caja se enfadara así que fue corriendo a abrirla y fue cuando vio que la cajita ya no brillaba tanto.
Miguelito había pensado su deseo, así que cuando la cajita le habló, le dijo:
- Cajita mágica, me encantaría que me ayudases a hacer que mi hermano se portase mejor conmigo, con mis papás y con nuestros amigos y que no fuera tan egoísta.
La caja le concedió el deseo y, por sorpresa, todas aquellas golosinas de la habitación desaparecieron. Juanito se sorprendió mucho, pero algo había cambiado. En vez de enfadarse con Miguelito, se acercó a él y dándole un abrazo fuerte le pidió perdón por haberse portado mal con él.
Miguelito estaba muy feliz, porque la caja mágica había cumplido su deseo. Ahora su hermano Juanito se portaba muy bien con todos y jugaba con él sin hacerle rabiar.
Los dos hermanos guardaron la caja mágica y siguieron pidiéndole deseos. Siempre pedían juntos buenos deseos para su familia y sus amigos y la preciosa caja mágica nunca dejaba de brillar.
En vacaciones fueron a visitar a sus abuelos. Ellos vivían en una casa en mitad del bosque donde había muchos árboles y sitios para jugar. Un día, mientras corrían al lado del río, Juanito hacía rabiar a su hermano continuamente así que al final Miguelito decidió esconderse en una casita de madera que encontró por el camino.
Se quedó allí un rato esperando a que Juanito lo dejara tranquilo cuando, de repente, encontró una caja que brillaba mucho. Era una caja preciosa, bastante pequeña y pintada con muchos dibujos antiguos. Miguelito se acercó a la caja y la miró detenidamente hasta que la cogió y la abrió muy despacio. Al abrir la caja, una voz muy dulce le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.
Miguelito soltó la caja porque se asustó mucho al oír aquella voz, pero rápidamente se acercó de nuevo y volvió a abrirla.
- Pídeme un deseo y te lo concederé, pero piénsalo bien porque tiene que ser un deseo importante - dijo la caja.
Miguelito cerró la caja y la guardó en su mochila. Cuando llegó a casa de sus abuelos la escondió debajo de la cama sin darse cuenta de que su hermano Juanito, estaba espiándole desde la ventana.
Cuando Miguelito salió de la habitación, Juanito fue a buscar lo que su hermano había escondido y se encontró con aquella preciosa caja. Cuando la abrió, la caja le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.
Juanito, rápidamente, pidió a la caja que aquella habitación se llenase de golosinas para él sólo y la caja le concedió el deseo.
Empezó a comer y comer hasta que llegó su hermano Miguelito. Éste vio todas aquellas chucherías y pidió a Juanito que le dejara comer alguna, pero su hermano le dijo que todas eran para él porque así se lo había pedido a la caja mágica.
Miguelito se enfadó mucho porque su hermano le había quitado la caja y porque además estaba siendo egoísta al no querer compartir con él ninguna golosina. Tenía miedo de que la caja se enfadara así que fue corriendo a abrirla y fue cuando vio que la cajita ya no brillaba tanto.
Miguelito había pensado su deseo, así que cuando la cajita le habló, le dijo:
- Cajita mágica, me encantaría que me ayudases a hacer que mi hermano se portase mejor conmigo, con mis papás y con nuestros amigos y que no fuera tan egoísta.
La caja le concedió el deseo y, por sorpresa, todas aquellas golosinas de la habitación desaparecieron. Juanito se sorprendió mucho, pero algo había cambiado. En vez de enfadarse con Miguelito, se acercó a él y dándole un abrazo fuerte le pidió perdón por haberse portado mal con él.
Miguelito estaba muy feliz, porque la caja mágica había cumplido su deseo. Ahora su hermano Juanito se portaba muy bien con todos y jugaba con él sin hacerle rabiar.
Los dos hermanos guardaron la caja mágica y siguieron pidiéndole deseos. Siempre pedían juntos buenos deseos para su familia y sus amigos y la preciosa caja mágica nunca dejaba de brillar.
domingo, 26 de mayo de 2019
viernes, 26 de abril de 2019
domingo, 17 de marzo de 2019
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