Tras firmarse las capitulaciones de Santa Fe el 17 de abril de
1492, en pocos días se reunieron dos millones de maravedíes y se armaron dos carabelas, la Pinta y la Niña, y una nao, la Santa María, que partieron de Palos de la Frontera rumbo a San Sebastián de la Gomera el 3 de agosto de ese mismo año. Eran éstos unos navíos pequeños y fuertes, capaces de alcanzar con buen tiempo velocidades de seis o siete nudos y que, cuando amainaba el viento, podían ser impulsados a fuerza de remos sin excesiva dificultad. Cada uno tenía un solo camarote para el capitán, pues la tripulación dormía en cubierta. Una vez al día, en un pequeño horno instalado en el centro del barco, se guisaba una comida caliente con gran provisión de ajo. El tiempo lo iban marcando relojes de arena de media hora, a los que regularmente daban vuelta los grumetes. La tripulación de las tres naves era de unos ochenta y siete hombres, incluyendo tres médicos, un despensero, un intérprete y un representante de la reina que llevaba la cuenta del oro y de las piedras preciosas que había a bordo.
Biografías y Vidas
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