Una casa endulzada, la bruja Eugenia tenía, la puerta sola se abría con una gran carcajada. La cocina, era una fiesta, sonaban todas las ollas y cantaban las cebollas formando una gran orquesta. El salón, de gelatina; las sillas, de caramelo; el sofá, de terciopelo y, de flan, una cortina. La cama, de mermelada; la colcha, de chocolate; la manta, de aguacate; y una galleta de almohada. El baño, de menta pura; y la tina de guayaba; allí no se resbalaba al bañarse con dulzura. Con su casa golosina esta, dulce bruja Eugenia que tiene dulces de Kenia, y a todo el mundo fascina. |
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