Érase una vez un hipopótamo que vivía en un río, junto a un gran árbol solitario. Un día, anidó un pájaro en el árbol, y los cantos y el volar del pájaro despertaron en el hipopótamo tanta envidia que no podía pensar en otra cosa, lamentándose diariamente por ser un hipopótamo, a pesar de las palabras del pájaro, que le contaba la suerte que tenía de ser tan grande y nadar tan bien. Finalmente se animó a salir del río dispuesto a subir al árbol, encaramarse en una rama, y ponerse a cantar. Pero al intentar subir al árbol, comprobó que no tenía alas, ni garras para trepar, ni podía saltar, y al ver que no conseguía su objetivo, se lanzó rabioso a dar golpes al árbol, hasta que lo derribó. Entonces, triunfante, se puso sobre las hojas del suelo, y comenzó a cantar. Pero los hipopótamos tampoco pueden cantar, así que de su boca salieron horrorosos sonidos, y todos los animales acudieron a burlarse del hipopótamo envidioso que cantaba posado en un rama de un árbol que estaba en el suelo. Y pasó tanta vergüenza, que decidió no volver a lamentar ser hipopótamo, y arrepentido por haber derribado el árbol, dedicó toda su fuerza a volver a levantarlo, replantarlo y cuidarlo hasta que se recuperó totalmente.
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