martes, 2 de diciembre de 2014

UNA NAVIDAD EN EL BOSQUE

Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales.
Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas 
de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conoce
r una de las noticias más esperadas de la temporada: el nombre del ganador 
del concurso de teatro, que se encargaría de dirigir la función de Nochebuena.
En aquella época, todas las actividades que realizaban tenían como objetivo
 la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. La exhibición de cocina,
 organizada por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones,
 pues los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. 
Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar
 en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, la directora
 del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque. Y, por 
supuesto, estaba la mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se 
representaba la obra ganadora, que seimpre tenía como tema central la amistad.
Cada año, el Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba 
una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos 
para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año…
–Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad –dijo el Señor Búho 
posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra
 ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero 
había que elegir un ganador. Así que sin más dilación demos un aplauso al Sr. 
Conejo, autor de la obra Salvemos el bosque, que podremos ver en Nochebuena.
–Gracias, gracias, es un honor para mí –exclamaba Conejo entre vítores y aplausos.
–Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez darán comienzo las pruebas de selección
 de actores. Rogamos puntualidad a los interesados –concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, había una considerable cola a la entrada del 
teatro. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y
 baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un 
guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado 
con cortar un árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino.
 En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba con la 
inestimable ayuda de sus fieles amigas, un girasol y un lirio que ponían su astucia
 al servicio de la noble causa.
Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: 
el Sr.Oso haría de guardabosque, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata 
representaría al girasol y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos 
con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, dejándose
 la piel en escena, hasta que hizo su aparición el peor y más temido de los 
fantasmas: la envidia.
–No sé Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo.
 El papel del leñador está lleno de matices y podríamos crear unos
 espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto –dijo
 el Sr. Búho en uno de los ensayos.
–Sí Búho, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a
 Castor y proyectar toda la fuerza del personaje. Podemos hacer un juego de
 luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado
 con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más
 protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto y 
eso no le gustó nada. Es más, pensó que Búho y Castor lo estaban haciendo 
a propósito.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás.
Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba 
pasando y de que Oso quería boicotear su actuación, estuvo muy arisco.
Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre 
las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más
 llamativo y que debían haberlo echado a suertes.
–No entiendo por qué el traje del lirio tiene que ser más bonito que el del girasol.
 ¿Quién ha elegido el vestuario? No estoy de acuerdo –chillaba Pata.
La tensión en el escenario se podía cortar y desastre no se hizo esperar. Así, 
durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario
 para interpretar el número final, comenzaron a empujarse unos a otros con tal
 brío que parte del decorado se rompió y el árbol se vino abajo.
–Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? –preguntó Conejo encolerizado. Habéis 
echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la 
puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos
 más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Fuera 
todos de mi vista.
Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por 
una cosa así? Era Navidad, había que estar alegre y demostrar que eran amigos.
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento 
terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. 
¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran
 Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
–Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido –sentenció
 Búho.
–¿Y cómo podemos hacer que vuelva? –preguntó asustada la Sra. Ardilla.
–Oh, no, nos vamos a quedar sin Navidad –sollozó un lobezno.
–Hoy es un día muy triste para nuestro bosque. La envidia ha desatado unas
 reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado
 de lucir y la obra de teatro peligra –advirtió Búho.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque

 sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente
 y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir, aunque
 tímidamente.
–Eh, amigo, lo siento mucho. Estoy arrepentido de mi comportamiento. Si hay
 algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar
 mi error?
–No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido
 con mi mala conducta. Si sirve de algo yo también lo siento. No quería que pasara 
esto –se lamentó Castor.
La Sra. Lince se acercó a la Sra. Pata, que estaba con sus patitos muy cerca de 
ella, y le dijo:
–Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un
 trozo de tela. Somos amigas y nuestros pequeños juegan juntos –exclamó la 
Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
–¡Mirad, está nevando! –gritó con entusiasmo una voz.
–Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. El espíritu de la Navidad
 ha vuelto –se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha más intensidad en el bosque, al fin y al
 cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Pero habían aprendido la lección 
y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos
 que no se podían controlar.
Los animales habían ahuyentado la Navidad con su conducta, aunque en 
ellos mismos residía también el poder de resucitar su alma. Así que para que 
no se les olvidara nunca aquel susto y a partir de ahora prestaran atención a sus
 comportamientos con los demás, construyeron un gran cartel de madera que
 colgaron de una de las ramas del Gran Árbol, en el que se podía leer la siguiente
 inscripción:
«El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá».

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