jueves, 29 de marzo de 2018

Los siete cabritos y el lobo Autor: Hermanos Grimm

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Había una vez una cabra que tenía siete cabritos, a los que quería tanto como cualquier madre puede querer a sus hijos. Un día necesitaba ir al bosque a buscar comida, de modo que llamó a sus siete cabritillos y les dijo:

-Queridos hijos, voy a ir al bosque; tened cuidado con el lobo, porque si entrara en casa os comería a todos y no dejaría de vosotros ni un pellejito. A veces el malvado se disfraza, pero podréis reconocerlo por su voz ronca y por sus negras pezuñas.

Los cabritos dijeron:

-Querida mamá, puedes irte tranquila, que nosotros sabremos cuidarnos.

Entonces la madre se despidió con un par de balidos y, tranquilizada, emprendió el camino hacia el bosque.

No había pasado mucho tiempo, cuando alguien llamó a la puerta, diciendo:

-Abrid, queridos hijos, que ha llegado vuestra madre y ha traído comida para todos vosotros.

Pero los cabritillos, al oír una voz tan ronca, se dieron cuenta de que era el lobo y exclamaron:

-No abriremos, tú no eres nuestra madre; ella tiene la voz dulce y agradable y la tuya es ronca. Tú eres el lobo.

Entonces el lobo fue en busca de un buhonero y le compró un gran trozo de tiza. Se lo comió y así logró suavizar la voz. Luego volvió otra vez a la casa de los cabritos y llamó a la puerta, diciendo:

-Abrid, hijos queridos, que vuestra madre ha llegado y ha traído comida para todos vosotros.

Pero el lobo había apoyado una de sus negras pezuñas en la ventana, por lo cual los pequeños pudieron darse cuenta de que no era su madre y exclamaron:

-No abriremos; nuestra madre no tiene la pezuña tan negra como tú. Tú eres el lobo.

Entonces el lobo fue a buscar a un panadero y le dijo:

-Me he dado un golpe en la pezuña; úntamela con un poco de masa.

Y cuando el panadero le hubo extendido la masa por la pezuña, se fue corriendo a buscar al molinero y le dijo:

-Échame harina en la pezuña.

El molinero pensó: «Seguro que el lobo quiere engañar a alguien», y se negó a hacer lo que le pedía; pero el lobo dijo:

-Si no lo haces, te devoraré.

Entonces el molinero se asustó y le puso la pezuña, y toda la pata, blanca de harina. Sí, así son las personas.

Por tercera vez fue el malvado lobo hasta la casa de los cabritos, llamó a la puerta y dijo:

-Abridme, hijitos, que vuestra querida mamá ha vuelto y ha traído del bosque comida para todos vosotros.

Los cabritillos exclamaron:

-Primero enséñanos la pezuña, para asegurarnos de que eres nuestra madre.

Entonces el lobo enseñó su pezuña por la ventana y, cuando los cabritos vieron que era blanca, creyeron que lo que había dicho era cierto, y abrieron la puerta. Pero quien entró por ella fue el lobo. Los cabritos se asustaron y corrieron a esconderse. El mayor se metió debajo de la mesa; el segundo, en la cama; el tercero se escondió en la estufa; el cuarto, en la cocina; el quinto, en el armario; el sexto, bajo el fregadero, y el séptimo se metió en la caja del reloj de pared. Pero el lobo los fue encontrando y no se anduvo con miramientos. Iba devorándolos uno detrás de otro. Pero el pequeño, el que estaba en la caja del reloj, afortunadamente consiguió escapar. Una vez que el lobo hubo saciado su apetito, se alejó muy despacio hasta un prado verde, se tendió debajo de un árbol y se quedó dormido.

Muy poco después volvió del bosque la vieja cabra. Pero ¡ay!, ¡qué escena tan dramática apareció ante sus ojos! La puerta de la casa estaba abierta de par en par; la mesa, las sillas y los bancos, tirados por el suelo; las mantas y la almohada, arrojadas de la cama, y el fregadero hecho pedazos. Buscó a sus hijos, pero no pudo encontrarlos por ninguna parte. Los llamó a todos por sus nombres, pero nadie respondió. Hasta que, al acercarse donde estaba el más pequeño, pudo oir su melodiosa voz:

Mamaíta, estoy metido en la caja del reloj.

La madre lo sacó de allí, y el pequeño cabrito le contó lo que había sucedido, diciéndole que había visto todo desde su escondite y que, de milagro, no fue encontrado por el lobo. La mamá cabra lloró desconsoladamente por sus pobres hijos.

Luego, muy angustiada, salió de la casa seguida por su hijito. Cuando llegó al prado, encontró al lobo tumbado junto al árbol, roncando tan fuerte que hasta las ramas se estremecían. Lo miró atentamente, de pies a cabeza, y vio que en su abultado vientre, algo se movía y pateaba. «¡Oh Dios mío! -pensó-, ¿será posible que mis hijos vivan todavía, después de habérselos tragado en la cena?» Entonces mandó al cabrito que fuera a la casa a buscar unas tijeras, aguja e hilo. Luego ella abrió la barriga al monstruo y, nada más dar el primer corte, el primer cabrito asomó la cabeza por la abertura y, a medida que seguía cortando, fueron saliendo dando brincos los seis cabritillos, que estaban vivos y no habían sufrido ningún daño, pues el monstruo, en su excesiva voracidad, se los había tragado enteros. ¡Aquello sí que fue alegría! Los cabritos se abrazaron a su madre y saltaron y brincaron como un sastre celebrando sus bodas. Pero la vieja cabra dijo:

-Ahora id a buscar unos buenos pedruscos. Con ellos llenaremos la barriga de este maldito animal mientras está dormido.

Los siete cabritos trajeron a toda prisa las piedras que pudieron y se las metieron en la barriga al lobo. Luego la mamá cabra cosió el agujero con hilo y aguja, y lo hizo tan bien que el lobo no se dio cuenta de nada, y ni siquiera se movió.

Cuando el lobo se despertó, se levantó y se dispuso a caminar, pero, como las piedras que tenía en la barriga le daban mucha sed, se dirigió hacia un pozo para beber agua. Cuando echó a andar y empezó a moverse, las piedras de su barriga chocaban unas contra otras haciendo mucho ruido. Entonces el lobo exclamó:

¿Qué es lo que en mi barriga bulle y rebulle? Seis cabritos creí haber comido,
y en piedras se han convertido.

Al llegar al pozo se inclinó para beber, pero el peso de las piedras lo arrastraron al fondo, ahogándose como un miserable. Cuando los siete cabritos lo vieron, fueron hacia allá corriendo, mientras gritaban:

-¡El lobo ha muerto! ¡El lobo ha muerto!

Y, llenos de alegría, bailaron con su madre alrededor del pozo.

Fábula El burro flautista

Un día, se encontraba un Burro alegremente caminando por la pradera hasta que encontró una pequeña Flauta de madera.
Al inicio no supo que instrumento era, pero luego lo recordó.
Sin mucha demora, la tomo, la olio, y tras darle un leve soplido, produjo un sonido muy agradable.
El Burro maravillado por su descubrimiento, decidió convertirse en músico.
Mientras andaba muy contento el Burro, soplaba la flauta creyéndose un gran músico, y se decía:
"¡Que gran músico soy!, ¡tengo el don de hacer buena música con esta Flauta!, definitivamente se hacerlo muy bien.


No nos creamos expertos en una materia, solo por tener algo de suerte


domingo, 25 de marzo de 2018

LA RATITA BLANCA

El Hada soberana de las cumbres invito un día a todas las hadas de las nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas de escarcha. Pero una de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino.
 El hada entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le contaron que sus padres habían ido a trabajar a la ciudad y mientras tanto, se morían de frío y miedo.
-Me quedaré con ustedes hasta el regreso de sus padres -prometió ella.
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Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña. El Hada de las cumbres contempló con enojo a Alba.
¿Cómo? , No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!
Las demás hadas defendían a su compañera en desgracia.
Resultado de imagen para la ratita blanca-Ya sé que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el castigo no será eterno. Solo durará cien años, durante los cuales vagará por el mundo convertida en ratita blanca. 
 Amiguitos, si ven por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabbrán que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo...

www.panorama.com.ve/pitoquito/Cuento-La-Ratita-blanca-20160524-0035.html

DEFINICIÓN DE PRIMAVERA

La primavera es una de las estaciones del año, la que le sigue al invierno y antecede 
al verano. El origen etimológico del término se refiere al “primer verdor”, en referencia a que, en la época primaveral, las plantas reverdecen.
A nivel astronómico, la primavera se inicia entre el 22 y 23 de septiembre en la zona del hemisferio sur y entre el 20 y el 21 de marzo en la región norte del planeta. Su finalización se produce en torno al 21 de diciembre (sur) o al 21 de junio(norte).
Desde la antigüedad, se asocia la primavera a la juventud y la vida. Durante el otoño y el invierno, las condiciones climáticas hacen que muchas plantas se sequen y pierdan su follaje. Con la primavera, en cambio, renacen y la flora recupera su esplendor. Por eso, la llegada de la primavera se vive con alegría y hasta se organizan festejos.
https://definicion.de/primavera/
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21 DE MARZO DE 1806. NATALICIO DE BENITO JUÁREZ.

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Benemérito de la Patria
Entre los individuos, como entre las naciones,
el respeto al derecho ajeno es la paz.
Benito Juárez nació el 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Tuvo una niñez precaria y durante años estudió por sí mismo, hasta que llegó a la ciudad de Oaxaca, donde ingresó al seminario; ahí concluyó estudios de Latín, Filosofía y Teología, que le permitieron el ingreso al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, donde, en 1834, logró la licenciatura en Jurisprudencia, y del cual más tarde sería rector.
El indígena de origen zapoteca que llegó a ser un prominente abogado y político liberal, se caracterizó por su preocupación constante por la realidad social que vivía México y, en particular, la que vivían los campesinos.
Siendo aún estudiante, en 1831, inició su carrera política, cuando fue elegido regidor del ayuntamiento de Oaxaca; más tarde fue diputado del Congreso de su estado y diputado por Oaxaca ante el Congreso de la Unión; y en 1847 asumió la gubernatura interina de su estado natal.
Después de un destierro de casi tres años por la llegada de Santa Anna al poder, en 1855 fue nombrado por Juan Álvarez, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, cargo desde el cual expidió la conocida “Ley Juárez” con la que fueron abolidos los fueros y privilegios que tenían los militares y el clero.
Durante el gobierno del presidente Comonfort, siendo gobernador, promulgó en su estado la Constitución de 1857; más tarde fue nombrado Ministro de Gobernación y, posteriormente, Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Pero al desconocer Comonfort la misma Constitución y al dar éste un golpe de Estado, encarceló a Juárez, desencadenando con ello la Guerra de Reforma.
Al ser liberado, por ministerio de ley, y con apoyo del grupo liberal, asumió por primera vez la Presidencia de la República, y a partir de entonces, a pesar de ejercer un gobierno itinerante, se encargó de forjar un nuevo país, uno regido por las leyes; en 1859, estando en Veracruz, utilizado como su cuartel general, expidió las Leyes de Reforma, que establecían la independencia del Estado respecto de la Iglesia.
En 1861, ya concluida la Guerra de Reforma, fue electo constitucionalmente para continuar en la Presidencia; fue entonces cuando firmó un decreto para la suspensión del pago de la deuda externa, provocando con ello la reacción de Francia, lo que le obligó nuevamente a ejercer su gobierno desde varios puntos fuera de la ciudad capital. Al terminar la Intervención Francesa, y restaurada la República en 1867 regresó para ser electo oficialmente Presidente, e iniciar la reconstrucción del país.
En 1871 se postuló nuevamente a la Presidencia y ganó, pero una enfermedad le impidió continuar su gobierno.
Benito Juárez, como inspiración de lucha de varios países de América Latina que intentaban lograr su soberanía, recibió el reconocimiento como “Benemérito de las Américas” y por sus servicios para lograr la libertad y la independencia de la Nación, recibió por parte del H. Congreso de la Unión, en 1873, el nombramiento de “Benemérito de la Patria”.
Murió en la Ciudad de México, el 18 de julio de 1872.

miércoles, 14 de marzo de 2018

La manía de la rana rockera

Cuento para aprender a aceptarse y evitar los complejos

La rana Paca cambió su vida el día que vio la televisión por primera vez. Era un concierto de rock, y la rana Paca quedó fascinada. Pero no por la música, sino por las melenas de los cantantes.
- ¡Oh! ¡Qué pelo tan largo y bonito! Yo quiero algo así, que se note que soy especial.
Pero Paca solo era una rana. No había ido a la escuela y ni siquiera sabía que las ranas no tienen pelo, así que pensó que el pelo le saldría si se dedicaba a dar conciertos. Su croar de rana no encajó bien ni con el rock, ni con la ópera, ni con el pop, pero ella siguió dando conciertos allá donde iba. Viajó por pueblos y ciudades, por el mar y la montaña, por calles y jardines… hasta que un día dio su recital en una peluquería.
Mientras cantaba sin que nadie supiera que allí había una rana, el peluquero cortaba el pelo a un cliente. Un largo mechón fue a caer precisamente sobre la cabeza de Paca y esta pensó, al verse con tanto pelo sobre su cabeza, que su sueño por fin se había hecho realidad.
Emocionada, cantó con tanta fuerza y entusiasmo que despertó a Fredo, el gato del peluquero. Este, al ver aquel montón de pelo en movimiento saltó sobre él y se lo zampó pensando que se trataba de un ratón.
A Paca no la salvó su largo pelo, ni su estilo musical. La salvó ser una rana, porque a Fredo no le gustó el tacto frío y resbaladizo de su piel y la escupió; pero las huellas de aquel ataque quedaron para siempre marcadas con grandes cicatrices en la piel de Paca. Y también en su memoria, pues así aprendió que ser rana tenía también su lado bueno.

A partir de ese momento Paca estudió todas las ventajas de ser rana y la mejor forma de aprovecharlas, y creó una escuela para ranas de la que salieron las ranas más habilidosas y felices.