La rana Paca cambió su vida el día que vio la televisión por primera vez. Era un concierto de rock, y la rana Paca quedó fascinada. Pero no por la música, sino por las melenas de los cantantes.
- ¡Oh! ¡Qué pelo tan largo y bonito! Yo quiero algo así, que se note que soy especial.
Pero Paca solo era una rana. No había ido a la escuela y ni siquiera sabía que las ranas no tienen pelo, así que pensó que el pelo le saldría si se dedicaba a dar conciertos. Su croar de rana no encajó bien ni con el rock, ni con la ópera, ni con el pop, pero ella siguió dando conciertos allá donde iba. Viajó por pueblos y ciudades, por el mar y la montaña, por calles y jardines… hasta que un día dio su recital en una peluquería.
Mientras cantaba sin que nadie supiera que allí había una rana, el peluquero cortaba el pelo a un cliente. Un largo mechón fue a caer precisamente sobre la cabeza de Paca y esta pensó, al verse con tanto pelo sobre su cabeza, que su sueño por fin se había hecho realidad.
Emocionada, cantó con tanta fuerza y entusiasmo que despertó a Fredo, el gato del peluquero. Este, al ver aquel montón de pelo en movimiento saltó sobre él y se lo zampó pensando que se trataba de un ratón.
A Paca no la salvó su largo pelo, ni su estilo musical. La salvó ser una rana, porque a Fredo no le gustó el tacto frío y resbaladizo de su piel y la escupió; pero las huellas de aquel ataque quedaron para siempre marcadas con grandes cicatrices en la piel de Paca. Y también en su memoria, pues así aprendió que ser rana tenía también su lado bueno.
A partir de ese momento Paca estudió todas las ventajas de ser rana y la mejor forma de aprovecharlas, y creó una escuela para ranas de la que salieron las ranas más habilidosas y felices.
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