martes, 22 de enero de 2019

El gato con botas

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Érase una vez un molinero que tenía tres hijos, a los que quería por igual. Sin embargo, el molinero era muy pobre y por eso cuando murió tan solo tenía para darles en herencia a sus hijos el molino, un burro y un gato, en apariencia bastante común.
La repartición de los bienes, según la voluntad del fallecido, sería atendiendo a la edad de sus muchachos. Así, el molino correspondió al primogénito, el burro al hijo del medio, y el gato al más pequeño.
Apenas estuvo hecha la repartición, este último pensó que había sido el más desgraciado. Sus hermanos podrían trabajar mancomunadamente y aprovechar sus fuerzas para acumular algo de riqueza, algo que el padre, aunque muy bueno, no había podido lograr por su tozudez y viejos hábitos. En cambio él, con un simple gato, nada podría hacer para ganarse la vida.
Al tanto de los pensamientos de su nuevo amo, el gato, para nada un felino doméstico común, lo sorprendió al hablar cual si fuera una persona y le dijo:
-No lamentes en vano, pues ciertamente de los tres eres el que ha salido mejor parado. Para demostrártelo y consolidar tu fortuna solo necesito que me consigas un par de botas y un saco.
Sorprendido, el muchacho le buscó al gato lo que este demandaba. Siempre había sabido que el gato era muy astuto por su comportamiento extraño en comparación con otros animales, pero nunca había imaginado que pudiese hablar, y mucho menos coordinar acciones para un plan como el que al parecer tenía ideado.
Así, el gato tomó sus botas y se las encasquetó y saco en ristre salió hacia el bosque.
Una vez llegó allí llenó el saco con hierba y trampas para animales y se tiró en el suelo, simulando estar muerto.
A los pocos minutos varios conejos se acercaron al saco y al intentar comer de la hierba que contenía, quedaron atrapados en las trampas.
Contento por el triunfo de su ardid, el gato con botas recogió el saco con los conejos y fue al palacio real, donde pidió hablar con el rey para entregarle un presente de su amo.
Los guardias lo dejaron entrar y, ya frente al monarca, el gato exclamó:
-Su Majestad, permítame entregarle este obsequio resultante de su habilidad para cazar, de mi amo el Marqués de Carabás.
El rey nunca había oído hablar de tal noble, pero los conejos tenían tan buena carne, que enseguida pensó que se trataba de un muy buen cazador y gustoso aceptó el regalo.
-Gracias por este presente, gato –dijo el rey-. Asegúrate que tu amo reciba mi gratitud y dile que es bienvenido en nuestra corte.
El gato desbordaba de júbilo y rápidamente fue a poner al tanto a su dueño, incapaz de comprender la estrategia de su felino. Este le pidió que lo dejara actuar, que llegado el momento comprendería de qué iba todo.
El día después de haber cazado los conejos y regalárselos al monarca, el gato repitió su operación. Esa vez, la presa fueron dos perdices y a cambio recibió una propina del rey, que vino muy bien al joven que heredó tan astuto gato con botas.
El tiempo fue pasando y por varios meses el gato llevó el resultado de su caza al rey, que siempre le daba algo a cambio y le manifestaba su interés por conocer al Marqués que tantos detalles tenía con él.
Pero resulta que un día las condiciones que el singular felino requería para pasar a la siguiente etapa de su plan se materializaron.
El rey salió en su carruaje junto a su hija, la bella princesa de la comarca, a dar un paseo por la ribera del río.
Enterado de esto, el gato instó a su amo a meterse en el río en paños menores y le pidió que lo dejase actuar y solo le siguiese el rollo.
El joven hizo tal cual le pidió el gato sin cuestionarse nada. En definitiva, llevaba ya varios meses viviendo del dinero que su astuto compañero animal le llevaba cada día.
Cuando el carruaje pasó por las cercanías del sitio exacto en el que el joven se bañaba, el gato comenzó a gritar:
-Auxilio, auxilio! Unos ladrones han asaltado a mi amo y se han llevado su ropa. Por eso está en el río, avergonzado y sin poder salir.
Apenas lo escuchó el rey mandó a detener su caravana. Había reconocido al gato y preocupado por la suerte del noble Marqués de Carabás, le pidió al gato que le contase la historia con lujo de detalles.
Así lo hizo el gato y ganó la solidaridad del monarca, que ordenó dar ropas lujosas al Marqués, para que pudiera salir del agua.
Cuando esto estuvo hecho el rey trabó inmediata confianza con el supuesto noble que había estado regalándole el resultado de su habilidad para la caza durante meses.
El joven hijo de un pobre molinero había ganado en astucia desde el momento en que heredó a su gato con botas, razón por la que comprendió de inmediato el sentido de todo lo que había estado haciendo su suerte de mascota.
De esta forma, aceptó la invitación del rey a acompañarlo a él y su hija en el carruaje, durante el resto del paseo.
A medida que avanzaba, la caravana real se encontraba a su paso a productores de heno, trigo y otros cultivos de gran demanda en el palacio.
El rey siempre ordenaba detener el paso de su carruaje para interactuar con los trabajadores y preguntarles para quién trabajaban y de quién eran las tierras en la que lo hacían.
Estos, a los que oportunamente el gato con botas, que iba al frente de la caravana, les había alertado lo que debían decir para supuestamente no morir, respondía al monarca que eran trabajadores del famoso Marqués de Carabás, dueño y señor de las tierras por las que el monarca transitaba ahora mismo.
Mientras esto pasaba, en la cabeza del rey iba cobrando cada vez más forma una idea. El joven Marqués era el pretendiente ideal para su hija, la que al parecer estaba encantada con el joven tanto como él lo estaba con ella.
Unos kilómetros más adelante de donde habían visto al último productor de trigo, los nobles se encontraron con un fabuloso castillo, que competía en belleza y esplendor con el palacio real.
Pero sucede que unos minutos antes de que la caravana llegase, el astuto gato, que se había adelantado aún más, había tomado cartas en el asunto.
Ese castillo, el cual conocía muy bien, era propiedad de un horrendo ogro.
El gato conocía que esta criatura tenía la extraña habilidad de convertirse en animal.
Por ello, cuando llegó al castillo y lo vio, le increpó:
-¿Es cierto que tienes la habilidad de convertirte en cualquier animal?
-Por supuesto que sí -le dijo el ogro, al tiempo que se convertía en un león.
Sin dejarse amilanar ante la impresión y el temor que le causaba el llamado rey de la selva, el gato con botas agregó a la conversación:
-¿Pero acaso serás capaz de transformarte también en animales más pequeños?
-¿Por quién me tomas? Claro que sí –exclamó orgulloso el ogro, mientras se convertía en un ratón.
Esta era la oportunidad que el gato esperaba. Apenas vio al roedor le fue encima y se lo tragó de golpe, de forma que el castillo quedaba sin amo.
Así, cuando la caravana real llegó, la recibió y con mucha solemnidad dijo:
-Bienvenido Su Majestad y bella princesa al castillo de mi amo el Marqués de Carabás. Pueden disponer de sus terrenos como gusten para descansar y volver cada vez que les apetezca.
Esto era lo que necesitaba oír el rey para tomar su decisión. El joven, guapo y rico Marqués de Carabás era sin dudas el candidato perfecto para desposar a la princesa y sucederlo en el trono.
Y exactamente así fue al cabo de pocos meses. El joven vivió feliz para siempre con su bella y adorada esposa, orgulloso de haber heredado a un astuto gato con botas que lo convirtió en rey.

Pedro y el lobo

Imagen relacionadaÉrase una vez un pastorcillo llamado Pedro, que se pasaba la mayor parte del día cuidando a sus ovejas en un prado cercano al pueblo donde vivía. Todas las mañanas salía con las primeras luces del alba con su rebaño y no regresaba hasta caída la tarde. El pastorcillo se aburría enormemente viendo cómo pasaba el tiempo y pensaba en todas las cosas que podía hacer para divertirse.
Hasta un día en que se encontraba descansando bajo la sombra de un árbol y tuvo una idea. Decidió que era hora de pasar un buen rato a costa de la gente del pueblo que vivían cerca de allí. Dispuesto a gastarles una broma se acercó y comenzó a gritar:
-“¡Socorro, el lobo! ¡Viene el lobo!”.
Los aldeanos de inmediato agarraron las herramientas que tenían a mano y se dispusieron a acudir al pedido de auxilio del pobre pastor. Al llegar hasta la pradera lo encontraron deshaciéndose en risas en el suelo, por lo que descubrieron que todo había sido una broma de mal gusto. Los aldeanos se enfadaron con el pastor y regresaron a sus faenas molestos por la interrupción.
Al pastor le había hecho tanta gracia la broma que se dispuso a repetirla. Ya había pasado un buen rato cuando se volvieron a escuchar los gritos alarmantes de Pedro:
-“¡Socorro, el lobo! ¡Viene el lobo!”.
Al volver a oír los gritos del pastor, la gente del pueblo creyó que en esta ocasión sí se trataba del lobo feroz y corrieron a ayudarlo. Pero otra vez volvieron a encontrarse con la decepción de que el pastor no necesitaba su ayuda y se divertía viendo cómo habían vuelto a caer con su broma. Esta vez los aldeanos se enfadaron mucho más con la actitud del pastor y juraron no dejarse engañar más por este.
Al día siguiente el pastor volvió al prado a pastar con sus ovejas. Aún recordaba con risas lo bien que se lo había pasado el día anterior, cuando había hecho correr a los aldeanos con sus gritos. Estaba tan entretenido que no vio acercarse al lobo feroz hasta que lo tuvo muy cerca. Preso del miedo al ver que este se acercaba a sus ovejas, comenzó a gritar muy fuerte:
-“¡Socorro, el lobo! ¡Viene el lobo! ¡Ayudan a mis ovejas! ¡Auxilio!”.
Gritaba una y otra vez, pero los aldeanos no parecían escucharlo. Hacían oídos sordos ante los gritos de auxilio del pastor, ya que pensaban que se trataba de otra broma. El pastor no sabía qué otra cosa hacer, por lo que seguía pidiendo ayuda, desconcertado sin saber por qué nadie acudía.
-“¡Socorro, el lobo! ¡Viene el lobo! ¡Se está comiendo a mis ovejas! ¡Auxilio!”
Pero ya era muy tarde para convencer a los aldeanos de que esta vez era verdad. Fue así como el pastor tuvo que ver con dolor cómo el lobo devoraba una tras otra sus ovejas, hasta quedar saciado. Luego de este día el pastor se arrepintió profundamente de su comportamiento y la manera en que había engañado a la gente del pueblo. En lo adelante nunca más repetiría una broma como esta.

lunes, 21 de enero de 2019

LA LECHERA

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Adaptación de la fábula de Félix M. Samaniego

Había una vez una niña que vivía con sus padres en una granja. Era una buena chica que ayudaba en las tareas de la casa y se ocupaba de colaborar en el cuidado de los animales.
Un día, su madre le dijo:
– Hija mía, esta mañana las vacas han dado mucha leche y yo no me encuentro muy bien. Tengo fiebre y no me apetece salir de casa. Ya eres mayorcita, así que hoy irás tú a vender la leche al mercado ¿Crees que podrás hacerlo?
La niña, que era muy servicial y responsable, contestó a su mamá:
– Claro, mamita, yo iré para que tú descanses.
La buena mujer, viendo que su hija era tan dispuesta, le dio un beso en la mejilla y le prometió que todo el dinero que recaudara sería para ella.
¡Qué contenta se puso! Cogió el cántaro lleno de  leche recién ordeñada y salió de la granja tomando el camino más corto hacia el pueblo.
Iba a paso ligero y su mente no dejaba de trabajar. No hacía más que darle vueltas a cómo invertiría las monedas que iba a conseguir con la venta de la leche.
– ¡Ya sé lo que haré! – se decía a sí misma – Con las monedas que me den por la leche, voy a comprar una docena de huevos; los llevaré a la granja, mis gallinas los incubarán, y cuando nazcan los doce pollitos, los cambiaré por un hermoso lechón. Una vez criado será un cerdo enorme. Entonces regresaré al mercado y lo cambiaré por una ternera que cuando crezca me dará mucha leche a diario que podré vender a cambio de un montón de dinero.
La niña estaba absorta en sus pensamientos. Tal y como lo estaba planeando, la leche que llevaba en el cántaro le permitiría hacerse rica y vivir cómodamente toda la vida.
Tan ensimismada iba que se despistó y no se dio cuenta que había una piedra en medio del camino. Tropezó y ¡zas! … La pobre niña cayó de bruces contra el suelo. Sólo se hizo unos rasguños en las rodillas pero su cántaro voló por el aire y se rompió en mil pedazos. La leche se desparramó por todas partes y sus sueños se volatilizaron. Ya no había leche que vender y por tanto, todo había terminado.
– ¡Qué desgracia! Adiós a mis huevos, mis pollitos, mi lechón y mi ternero – se lamentaba la niña entre lágrimas – Eso me pasa por ser ambiciosa.
Con amargura, recogió los pedacitos del cántaro y regresó junto a su familia, reflexionando sobre lo que había sucedido.
Moraleja: a veces la ambición nos hace olvidar que lo importante es vivir y disfrutar el presente.
Mundo Primaria

CYBERT BULLYING

Es el uso de información electrónica y medios de comunicación tales como:
*Correo electrónico
*Redes sociales
*Blogs
*Mensajería instantánea,
* Mensajes de texto
*Teléfonos móviles 
*Websites 
 para acosar a un individuo o grupo, mediante ataques personales u otros medios. Puede constituir un delito penal.
 El ciberacoso es voluntarioso e implica un daño recurrente y repetitivo infligido a través del medio del texto electrónico este acoso pretende causar angustia emocional, preocupación, y no tiene propósito legítimo para la elección de comunicaciones. El ciberacoso puede ser tan simple como continuar mandando e-mails a alguien que ha dicho que no quiere permanecer en contacto con el remitente incluyendo amenazas, connotaciones sexuales, etiquetas peyorativas etc. 
BASTA YA DEL CIBERACOSO 

El bullying

Es acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolarmatoneo escolar o por su término inglés bullying) es cualquier forma de maltrato  psicológico, verbal o físico producido entre  de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado.

La única forma de prevenir este fenómeno ya mundial es empezando por nosotros mismos diciendo 
``YA NO MAS``.