lunes, 26 de noviembre de 2012

El Lobo y las Siete Cabritos - Hermanos Grimm

Érase una vez una cabra que tenia siete cabritillos a los que quería tanto como una madre puede querer a sus hijos. Un día tuvo que ir al bosque a buscar comida; entonces llamó a los siete cabritillos a su presencia y les dijo:
-Queridos hijos, tengo que salir al bosque. Tengan mucho cuidado con el lobo, por que si llegase a entrar, los devoraría enteros. El malvado se disfraza a menudo, pero lo identificarán por su voz ronca y sus patas negras.
Los cabritillos dijeron:
-Amada madre, tendremos cuidado, puedes irte sin ninguna preocupación.
Entonces la madre se fue llena de tranquilidad.
No había pasado mucho tiempo cuando alguien llamó a la puerta de la casa y exclamó:
-Queridos niños, su madre está aquí y les ha traído algo a cada uno de regalo.
Pero los cabritillos reconocieron la voz ronca del lobo.
-No abriremos -dijeron-, tú no eres nuestra madre, ella tiene una voz dulce y melodiosa, pero tu voz es ronca; tú eres el lobo.
Después de esto el lobo se fue a casa de un tendero y se compró un gran trozo de yeso, se lo comió y se aclaró con ello la voz. Luego regresó, llamó a la puerta de la casa y dijo:
-Abran la puerta, mis pequeños, su madre está aquí y les ha traído algo a cada uno de regalo.
Pero el lobo había colocado sus negras patas en la ventana, los niños lo vieron y dijeron:
-No abriremos, nuestra madre no tiene las patas negras como tú; tú eres el lobo.
Entonces el lobo corrió a casa de un panadero y dijo:
-Unta mis patas con masa, que me he lastimado.
Y cuando el panadero le había untado las patas, corrió a ver al molinero y dijo:
-Espolvoréame harina blanca sobre mis patitas.
El molinero pensó: «Este lobo quiere engañar a alguien», y se negó a hacerlo, pero el lobo dijo:
-Si no lo haces, te comeré.
Entonces el molinero tuvo miedo y espolvoreó con harina las patas de el lobo.
Entonces por tercera vez, regreso a golpear la puerta de la casa, llamó y dijo:
-Abran, pequeñines, su querida madre ha regresado a casa y les ha traído algo del bosque de regalo a cada uno.
Los cabritillos gritaron:
-Enséñanos primero tus patas, para que sepamos si tú eres nuestra madre.
Entonces él colocó sus patas en la ventana y, cuando las vieron blancas, creyeron que era verdad todo lo que él decía, y abrieron la puerta. Pero quien entró fue el lobo. Se asustaron y quisieron esconderse. El cabritillo mayor, saltó y se metió bajo la mesa, el segundo se metió en la cama, el tercero en la estufa, el cuarto en la cocina, el quinto en el armario, el sexto debajo del fregadero y el séptimo en la caja del reloj de pared. Pero el lobo los iba encontrando y no perdía tiempo ni en elegir: hambriento y enfadado, se los fue engullendo uno tras otro. Sólo se le escapó el menor, el que se había escondido en el reloj de pared. Una vez el lobo hubo saciado su apetito, se alejó lentamente ya que estaba muy lleno, se fue al bosque y se echó a dormir bajo un frondoso roble.
Poco después regresó la señora cabra a la casa. ¡Ay, lo que tuvo que ver! La puerta de la casa estaba abierta de par en par, mesas, sillas y bancos estaban volcados todos en el suelo, el fregadero estaba hecho añicos, la manta y las almohadas arrancadas de la cama. Buscó desesperada a sus pequeños, pero no los pudo encontrar. Llamó uno por uno a todos por sus nombres, pero nadie respondió. Finalmente, cuando llegó al último, sonó entonces una fina voz:
-Amada madre, estoy escondido en el reloj de pared.
Lo sacó y él le contó que el lobo había venido y había devorado a sus hermanos. La cabra se acongojo de tal manera que no podía parar de llorar. Pero juntó fuerzas y salió a buscar a sus pequeños, el cabritillo que sobrevivió la acompañó. Cuando llegó al bosque, encontro al lobo bajo el árbol, roncando tan fuertemente que hasta las ramas del árbol de movían. Lo miró muy bien y vio que en su vientre algo se movía. «Dios mío -pensó-. ¿Mis hijos seguiran vivos dentro de su panza?» Entonces mandó al cabritillo corriendo a casa y para que trajera unas tijeras, aguja e hilo. Luego la cabra abrió la panza de el lobo y, apenas había hecho un corte, el primer cabritillo asomó la cabeza; siguió cortando, y así fueron saliendo uno tras otro, y estaban todos vivos y no habían sufrido el menor daño, pues el lobo en su apuro se los había tragado enteros.
¡Qué alegría! Todos abrazaron a su madre saltando de felicidad. La cabra, dijo:
-Ahora, me traerán piedras muy grandes; con ellas llenaremos la barriga de esta fiera despiadada.
Los cabritillos, trajeron rapidamente todas las piedras que pudieron y se las metieron en la panza. Después de esto la cabra cosio la barriga velozmente.
Cuando por fin el lobo hubo descansado bien, se incorporó y como las piedras en el estómago le producían mucha sed, quiso ir al río a beber agua. Cuando comenzó a andar y a moverse de un lado para otro, chocaban las piedras unas con otras haciendo ruido. Entonces exclamó:
-¿Qué es lo que hace tanto ruido en mi barriga?
Creí que eran seis cabritillos y sólo parecen piedras.
Y cuando llegó al río y se inclinó a beber, el peso de las piedras hizo que cayera al agua fue arrastrado por la corriente y se ahogó miserablemente.
Cuando los siete cabritillos vieron esto, gritaron:
-¡Ha muerto el lobo, ha muerto el lobo!
Y bailaron y danzaron con su madre alegremente alrededor del pozo.
                                                      FIN

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