—Ten cuidado —le dijo su madre—. A los tigres no les gusta que les gruñan.
Pero a Sudi no le importaba y un día que su madre salió, fue a dar un paseo a ver si encontraba un tigre para gruñirle.
En cuanto apareció Sudi, el tigre saltó y gruñó: —Grr... Grrrr.... Y Sudi le contestó:
—Grrrr.... Grrr... ¡EI tigre estaba enfadadísimo!
"¿Qué se cree que soy?" —pensó— "¿Una ardilla? ¿Un conejo? ¿Un ratón?"
Así que al día siguiente, al ver acercarse a Sudi, saltó de detrás de un árbol y gruñó más fuerte que nunca. —Grrr... Grrrrrr...
—Tigre bonito... ¡Buen chico! —dijo Sudi, acariciándolo.
El tigre no pudo soportarlo y se alejó a afilar sus garras. Movía la cola y entre gruñido y gruñido repetía: —¡Soy un tigre! T -1 - G - R - E.
Entonces fue a beber al estanque. Cuando terminó, miró su reflejo en el agua.
Era un hermoso tigre amarillo y cobrizo, con rayas negras y una cola muy larga.
Gruñó otra vez, tan fuerte que llegó a asustarse a sí mismo. Salió corriendo.
Al fin se detuvo.
"¿De qué huyo?" —pensó—. "Si he sido yo mismo. ¡Vaya, este chico me ha trastornado!
¿Por qué les gruñirá a los tigres?"
Al día siguiente, cuando pasó Sudi, lo detuvo.
Al día siguiente, cuando pasó Sudi, lo detuvo.
—¿Por qué les gruñes a los tigres? —preguntó.
—Bueno —dijo Sudi—, en realidad, porque soy tímido. Y si les gruño a los tigres me siento mejor. No sé si me entiendes.
—¡Claro que te entiendo! —exclamó el tigre.
—Después de todo —siguió Sudi— los tigres son los animales más feroces del mundo y el que les gruñe es porque es valiente.
El tigre estaba encantado, y le gustaba que Sudi le respetara por ser también el un animal muy valiente.
Entonces le pregunto:
—¿Crees que los tigres somos más feroces que los leones?.
—¡Oh, sí! —contestó Sudi.
—¿Y los osos?
—Mucho más feroces.
El tigre ronroneó, amigable.
—Eres un buen chico —dijo, le lamió.
Después de eso, salían a pasear juntos con frecuencia y de vez en cuando se gruñían el uno al otro.
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