Un día, temprano por la mañana, cuando apenas asomaba el sol, unos extraños y aterradores ruidos los sobresaltaron. Era unos hombres que aparecieron con sus camiones y con sierras mecánicas en mano, estaban comenzando a talar los árboles. Eran unos madereros. Horroriados, los gnomos vieron como esos hombres estaban talando los árboles de su bosque y sin saber bien que hacer corrieron a refugiarse a la laguna que había en una pequeña llanura junto al bosque, donde pudieron esconderse entre el cañaberal.
Fueron pasando los días y cada vez había menos árboles en el bosque, apenas quedaban unas decenas, de los cientos que habían dado sombra a esa tierra y los gnomos, cada vez más afligidos, se preguntaban que iba a ser de ellos. Una tarde, desde las orillas de la laguna, vieron como los hombres, con sus camiones llenos de los troncos de los árboles que un día habían dado vida a su bosque, se marchaban. Los vieron alejarse, suspirando por lo que habían hecho y a la vez aliviados porque aquello terminara.
Los gnomos se acercaron, todavía asustadizos, a los limites del bosque y observaron desolados lo que antes había sido su hogar. Apenas quedaban algunos árboles jóvenes repartidos por el lugar, erguidos sobre un manto de serrín, virutas y ramás rotas. La visión del lugar era desoladora y los gnomos se preguntaban donde iban a vivir a partir de ese momento, ya que en ese bosque, casi desnudo, no podían habitar, pues podrían ser descubiertos. Muy tristes regresaron a la laguna, donde tuvieron que adaptarse a vivir entre las cañas, echando terriblemente de menos el bosque, el sonido de las hojas de los arboles al ser mecidos por el viento, el piar de los pajaritos, los cuales tambien habían huido asustados, y la alfombra de hojas secas que había sido su parque de atracciones particular donde tan bien se lo habian pasado.
Un día, una ardillita despistada y solitária, llego al lugar y parada al borde del lo que quedaba del bosque, se lo quedo mirando y holisqueando con su gracioso hocico se aventuró a subir a los pocos árboles que quedaban. Comenzó a recolectar bellotas, las cuales eran su alimento. La ardillita, con su enorme y hermosa cola, fue tomando una a una las bellotas y bajando al suelo, las enterraba para hacer así su despensa particular, pensando que así nadie le quitaría su manjar. Asi pasó muchos días la ardillita recolectando y escondiendo bellotas y cuando le entraba el hambre, tomaba una y se la comía en lugar de enterrarla.
El bosque estaba muy desolado y no era precisamente el mejor lugar para vivir, pero por alguna razón le gustó a la ardilla y se quedo allí , con su frenética recolección de bellotas.
Los gnomos ya conocian a la ardilla, y de vez en cuando se acecaban a saludarla, mientras esta no dejaba de recoger bellotas incansablemente.
Pasaron los años y los antiguos habitantes del bosque continuaban viviendo en el cañaberal, en humedos agujeros contruidos en el suelo entre las cañas, sostenidos con pequeños trozos de caña a modo de columnas , con el suelo cubierto de paja seca del prado, los cuales les servian de único refúgio.
¿ Quieres saber que pasó ? el bosque comenzaba a estar cubierto por jóvenes robles los cuales comenzaban a brindar su sombra y los gonomos, cada vez más esperanzados, sabían que muy pronto podrían volver al bosque de donde núnca hubieran tenido que marchar.
¿ y sabes porque ?
Las ardillas son traviesas, avispadas y muy listas, pero tienen un pequeño defecto, y es que a menudo no recuerdan donde enterraron sus bellotas y asi fue como con el paso de los años, gracias a las bellotas enterradas, las cuales la ardilla no recordaba, habían nacido numerosos robles que ya comenzaban a ser altos y fuertes devolviendo poco a poco el majestuodo aspecto a ese adorado bosque de los gnomos.
Un buen día, todos ellos, despues de deliberar en su consejo anual, decidieron, decididos y felices, regresar al bosque, y con cánticos y gritos de felicidad poblaron de nuevo ese pedacito de tierra lleno de jovenes hermosos árboles. Los pájaros fueron regresando tambien y el bosque se lleno de vida de nuevo y felices y contentos vivieron para siempre en ese bosque, al que núnca jamás volvieron los madereros.
Desde entonces, cada primavera, los gnomos celebran la "Fiesta de la ardilla" , en honor a la ardillita que hizo posible el rápido resurgimiento de lo que volvía a ser su hogar, lo cual, en poco tiempo, fue conocido por todos los gnomos del mundo, que se unieron a esa fiesta cada año, para conmemorar el trabajo, que sin saberlo, realizan las ardillas repoblando los bosques.
Si algún cálido día de primavera, paseando por un bosque, escuchas unos suaves silvidos, piensa que tal vez, son los gnomos que habitan ese bosque, los cuales , a escondiditas para que tu no puedas verlos, estan celebrando La fiesta de la ardilla
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