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sábado, 10 de noviembre de 2018

Pueblos indígenas de México

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El ratón y el león

Había una vez un fiero león que dominaba toda la selva que le circundaba. No en balde a estos fuertes felinos se les suele conocer como el rey de esos parajes.

Animal que pasara por algún sitio cercano a él, animal que debía reverenciarlo y mostrarle sus respetos, si es que quería evitar algún mal momento.
Un día, tras mucha actividad física, el león se echó en un descampado a tomar una siesta para reparar sus fuerzas. Estaba tan cansado que cayó en un sueño profundo tras tan sólo unos segundos.
Mientras dormía por allí apareció un pequeño ratón muy inquieto y juguetón, al que le hizo gracia ver a aquel enorme león tirado en medio de la nada y roncando a pata suelta.
Al roedor le llamó esto tanto la atención que decidió encaramarse imprudentemente en aquel bulto animal y empezar a jugar allí. Así, corría de aquí para allá sobre el cuerpo del león, sin percatarse que sus pasitos hacían cosquillas y perturbaban el sueño del fiero animal.
A medida que fue pasando el tiempo para el león se hicieron insostenibles las cosquillas y despertó abruptamente. Cuando se percató qué era lo que había provocado la interrupción de su sueño dio un zarpazo tan rápido para atraparlo, que el pobre ratón no tuvo la más mínima oportunidad de escapar.
De esta forma el león tenía aprisionado al roedor entre sus garras y violentamente le preguntó:
-¿Quién diablos te crees que eres pequeño animal? ¿Acaso no sabes quién soy? ¿Por qué eres tan imprudente como para interrumpir mi descanso? ¿No aprecias tu vida? Soy el rey de la selva y todos me deben respeto. Nadie se atreve a molestarme y menos mientras duermo.
Muerto de miedo y comprendiendo su osadía el ratoncito pidió clemencia al fiero animal.
-Lo siento señor. Juro que no volveré a cometer tal tontería. Le ruego me perdone la vida y estaré en deuda eterna con usted. Quién sabe si pueda serle útil de alguna forma en el futuro.
-Útil tú a mí –dijo el león con sorna. –No seas tonto. ¿Cómo podrá un animal tan minúsculo como tú ser útil o ayudar a un animal tan grande y poderoso como yo? Si fuera solo por eso, realmente mereces morir por tus atrevimientos.
-No señor por favor –rogó el ratón. –Le pido reconsidere su decisión y deje vivir a este pobre y tonto animalito. Juro que no volveré a molestarlo nunca más.
Al ver llorar sin medida al pequeño roedor, el león se apiadó de su caso y lo dejó vivir. Además, estaba tan lleno por el atraco de comida que se había dado antes de dormir, que realmente un pequeño ratón no haría la diferencia para su sistema digestivo.
Así lo soltó, no sin antes advertirle que si se volvía tan osado una próxima vez, no viviría para contarlo.
Pasaron días después de esta situación y resulta que en una jornada como otra cualquiera el león andaba de caza por la selva.
Tan enfocado iba en una gacela que tenía más adelante, que no se percató de que estaba yendo directo hacia una trampa hecha por hombres.
Sin margen para maniobrar y escapar, el león cayó presa de tales artilugios y se vio de pronto atado por todos lados.
En vano trató de soltarse y de romper las cuerdas que lo ataban. Por mucha fuerza que tenía, el amarre estaba hecho con tal ingenio, que la fuerza bruta del animal no podían hacer nada contra él.
De esta manera, para escapar y preservar su vida al león no le quedó más remedio que rugir y gritar en busca de ayuda.
Sin embargo, asustaban tanto sus rugidos a los animales, que ninguno se atrevía a acercarse por allí, pues pensaban que el león estaba molesto y acercarse a él podría ser dañino para su integridad.
Dio la casualidad que los rugidos fueron escuchados por el pequeño ratón al que el rey de la selva le había perdonado la vida. El roedor comprendió que algo grave debía estar pasando por los rugidos, razón por la que sin pensarlo dos veces acudió en ayuda de Su Majestad.
Al llegar vio que este estaba completamente atrapado y ofreció su ayuda.
-Señor león, creo que es momento que le devuelva el favor que usted me hizo cuando me perdonó la vida. Yo lo liberaré de tales amarras para que no sea víctima del animal más fiero de todos.
El león, molesto de que solo hubiese acudido el ratón molesto de aquella ocasión, al cual no valoraba en absoluto por su escaso tamaño, dijo:
-Te lo dije una vez y te lo vuelvo a decir. Nada puede hacer un minúsculo animal como tú para ayudarme a mí, el animal más fuerte de esta selva.
-Pues veremos –replicó el ratón, que sin dejarse amilanar se afiló los dientes y la emprendió a mordiscos contra la cuerda principal del amarre.
Tan buenos son los ratones mordisqueando y desgatando lo que se propongan, a pesar de su tamaño, que tras solo unos minutos de haber empezado su faena pudo vencer el grosor de la cuerda y liberar al león.
Este, entre sorprendido y agradecido, no tuvo más remedio que pedir perdón al roedor por sus comentarios y dar gracias por haberle salvado la vida.
Había comprendido de una vez y para siempre que en esta vida todos somos importantes y podemos ser útiles, sin importar nuestro tamaño o fuerza. Lo único que importa es el deseo y el empeño que le pongamos a aquello que nos mueve.
Por supuesto, desde ese día el ratón y el león de nuestra historia fueron muy buenos amigos. Andaban juntos siempre. El león le facilitaba alimentos al roedor, mientras este exploraba primero por él para ver que no hubiese trampas en el camino y si el felino caía en una, pues lo liberaba con su importante habilidad.

El ganso de oro

Érase una vez, un anciano leñador que tenía tres hijos. El más pequeño de los tres se llamaba “Tontín”, y sus hermanos lo despreciaban porque era muy lento para el trabajo.
Un buen día, mientras el más grande y fuerte de los hijos del leñador se encontraba talando en el bosque, apareció de repente un anciano vestido con harapos que suplicaba por un sorbo de agua y un poco de comida.
“De mi parte no recibirás nada, anciano inútil. Apártate” – le gritó el jovenzuelo y continuó su trabajo talando los árboles. Entonces, el hombre canoso le lanzó una maldición y desde lo alto cayó una rama pesada que fue a parar a la cabeza del joven leñador.
Al llegar a casa, adolorido y triste, el más grande de los hijos del leñador le contó lo sucedido al hermano mediano, y este salió camino hacia el bosque para continuar con el trabajo. Horas después, apareció en el mismo lugar el débil anciano, y al pedir por un poco de comida y un sorbo de agua, el muchacho le respondió:
“No le daré nada, viejo decrépito. Apártese a un lado”. Y nuevamente, el hombre canoso lanzó una maldición sobre el muchacho, quien recibió un fuerte golpe en la cabeza por una rama desprendida de los árboles.
Con tan mala suerte, el hermano mediano regresó a casa y como no quedaba nadie para trabajar, Tontín decidió terminar de talar los árboles, y partió a toda velocidad hacia el bosque. Al llegar al lugar, el anciano apareció entre los árboles para pedir un poco de agua y comida, pero Tontín no lo pensó dos veces y aceptó compartir su comida con aquel hombre debilucho. Para recompensarlo, el anciano le regaló nada menos que un ganso de oro.
Alegre por su regalo, Tontín partió hacia la cabaña para reunirse con su padre y sus hermanos, pero como era de noche, decidió refugiarse en una pequeña posada en el medio del bosque. En aquel lugar, vivía un posadero con sus tres hijas, las cuales, al ver llegar a Tontín con su ganso de oro quisieron aprovecharse y robar las plumas de oro del animal.
La mayor de las muchachas, esperó entonces a que Tontín se quedara dormido, y entró en el cuarto sigilosamente buscando el ganso de oro. Sin embargo, cuando por fin puso sus manos sobre el animal, quedó pegada irremediablemente a él sin poder escapar. Así lo hicieron las otras dos hermanas, quedando pegadas una detrás de la otra.
A la mañana siguiente, Tontín emprendió su camino de regreso a casa, sin darse cuenta que las muchachas se arrastraban con él, pegadas al ganso de oro. Durante el trayecto, un granjero quiso ayudarlas, pero este también quedó pegado al animal sin poder zafarse. La esposa del pobre hombre decidió entonces hacer algo por su marido, pero tan pronto lo tocó se quedó enganchada de la fila.
El perro de la esposa, al ver a su ama arrastrándose por el suelo, trató de ayudarla agarrándola por los tobillos, pero tanto el pobre animal, como el gato de la granja y tres pollitos quedaron inútilmente pegados, justo detrás de la mujer, el granjero y las tres hijas del posadero.
Con el paso del tiempo, aquella extraña caravana llegó a la ciudad, donde el rey tenía una hija que nunca había podido reír. Tanta era la amargura del rey que ofreció la mano de la princesa a cualquier ser humano que fuera capaz de hacerla reír. Para suerte de Tontín, la triste muchacha se encontraba en ese momento descansando en su alcoba, y al ver aquella fila de personas y animales arrastrándose por el suelo, estalló en miles de carcajadas, por lo que el rey no tuvo más remedio que casarla con el atontado muchacho.
Así fue que, en poco tiempo, Tontín logró casarse con la princesa para comenzar a vivir una vida llena de alegría y felicidad.

El ganso de oro

jueves, 8 de noviembre de 2018

El león que se creía cordero


Hace muchísimos años existió un león que se creía que era un cordero y a pesar de que su físico demostraba que no pertenecía a esta raza él no tenía ningún argumento para creer que no fuese un cordero. Esta situación no era su culpa sino que había sido la responsabilidad de la cigüeña que hacía las entregas el día de su nacimiento.
Ese día las mamás ovejas esperaban ansiosas a recibir las entregas de sus corderitos. Cuando la cigüeña terminó de entregarlos todas se abalanzaron sobre los pequeños y se los llevaron, pero una de las mantitas se quedó sola. Ante tal situación la cigüeña corrió a ver qué había sucedido, y al retirar la mantita que cubría al pequeñuelo se quedó muy asombrada, y exclamó en voz alta:
– ¡Me he equivocado! ¡He traído a un pequeño león a una mamá oveja!
Alarmada por esta situación pues era la primera vez que sucedía fue rápidamente a revisar su cuaderno de notas pues ahí era donde ella guardaba los deseos y los pedidos que se realizaban. En ese momento la pobre ave se dio cuenta del grave error que había cometido. En la agenda decía “Cuando finalice la entrega de los corderitos, debo llevarle a Doña Leona Leoncia Pérez un hijo que me ha encargado”.
Al notar que se había equivocado decidió regresar y recoger al cachorrito y llevarlo a su verdadero hogar, pero en ese momento algo la sorprendió, y era que una mamá oveja se había situado sobre el lomo del pequeñito para darle calor. Por más que la cigüeña trató de explicarle a la mamá oveja ella no quería entender y estaba muy decidida adoptar el leoncito como si fuese su propio hijo. La cigüeña muy confundida le dijo:
– Pues está bien si eso es lo que usted prefiere, quédese con el cachorro. – Diciendo esto emprendió vuelo y se marchó.
De este modo fue como el leoncito comenzó a creerse que era un cordero. Las diferencias del pequeño adoptado con sus primos eran muchísimas y en varias ocasiones en los juegos el leoncillo salía llorando, ya que de todo el rebaño era el único que no sabía embestir. Esta situación provocó que el animalito siempre fuese el centro de diversión de todos, y las risas y las burlas nunca faltaron en su crianza.
Y el tiempo paso y paso y ya todos crecieron convirtiéndose en corderos adultos, mientras que el león debido a lo fuerte y grande que era lo consideraban el carnero más grande del mundo. Esto le causaba un gran orgullo a su madre y se sentía privilegiada de tener un hijo así. Las dudas sobre las características de este “cordero” tenían cada vez más atónitos a los integrantes del rebaño pues el hijo adoptivo de una de las ovejas además de no parecerse en nada al resto de la familia, no sabía embestir. Y para que esta situación fuese aún más desfavorable para nuestro joven león, no sabía balar. Todo esto provocó que cada día que pasaba en este rebaño lo convertían en el centro de atención de todos y las carcajadas referidas a su persona eran múltiples.
Una noche un lobo muy hambriento y desesperado se dirigió al rebaño en busca de alimentos. Ante los fuertes ruidos que provocaba el lobo, el león decidió esconderse detrás de su madre. Los ruidos continuaron y de un momento a otro, el lobo se situó en frente de la mamá del león y la amenazó con comérsela. Ella muy asustada comenzó a gritar:
– ¡Qué alguien me ayude! ¡Qué alguien me ayude que el lobo me quiere comer!
Esta situación despertó en nuestro león que se creía cordero toda la fuerza y valentía que tenía en su interior que le permitió salir a perseguir el lobo. Después de correr durante un largo rato, el lobo y el león llegaron al borde de un gran abismo. El lobo se sentía tan asustado y temeroso de los rugidos de león y de impresión que le causaba el abismo que no sabía que era peor. Después de un rato tratando de evadir al león, no pudo evitar caer de ese pavoroso abismo.
A partir de ese momento la vida de este león cambió completamente ya que se convirtió en el héroe del rebaño. La valentía que demostró al enfrentar ese temeroso lobo que pretendía devorar a su madre, lo convirtió en el carnero más bravo y fuerte del mundo. Este león que vivió toda su vida creyendo que era un carnero y que fue muy feliz a partir de este momento.

Comprensión Lectora.

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domingo, 4 de noviembre de 2018

La leyenda del ajedrez

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram. En una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado. Nada de lo que le ofrecían sus súbditos lograba alegrarle.
Un buen día un tal Sissa se presentó en su corte y pidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó un juego que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez.
Después de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenzó a jugar y se sintió maravillado: jugó y jugó y su pena desapareció en gran parte. Sissa lo había conseguido.hindu_brahmin_mg65
Sheram, agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa:
– Sissa, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has inventado.
El sabio contestó con una inclinación:
– Soy bastante rico como para poder cumplir tu deseo más elevado –continuó diciendo el rey–. Di la recompensa que te satisfaga y la recibirás.
Sissa continuó callado.
– No seas tímido –le animó el rey-. Expresa tu deseo. No escatimaré nada para satisfacerlo.
– Grande es tu magnanimidad, soberano. Pero concédeme un corto plazo para meditar la respuesta. Mañana, tras maduras reflexiones, te comunicaré mi petición.
Cuando al día siguiente Sissa se presentó de nuevo ante el trono, dejó maravillado al rey con su petición, por su modestia.
– Soberano –dijo Sissa–, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero del ajedrez.
– ¿Un simple grano de trigo? –contestó admirado el rey.
– Sí, soberano. Por la segunda casilla ordena que me den dos granos; por la tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16; por la sexta, 32…
– Basta –le interrumpió irritado el rey–. Recibirás el trigo correspondiente a las 64 casillas del tablero de acuerdo con tu deseo; por cada casilla doble cantidad que por la precedente. Pero has de saber que tu petición es indigna de mi generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa, menosprecias, irreverente, mi benevolencia. En verdad que, como sabio que eres, deberías haber dado mayor prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Retírate. Mis servidores te sacarán un saco con el trigo que necesitas.
piezas ajedrzSissa sonrió, abandonó la sala y quedó esperando a la puerta del palacio.
Durante la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió para que se enteraran de si habían entregado ya al reflexivo Sissa su mezquina recompensa.
– Soberano, tu orden se está cumpliendo –fue la respuesta–. Los matemáticos de la corte calculan el número de granos que le corresponde.
  El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir sus órdenes.
Por la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó de nuevo cuánto tiempo hacía que Sissa había abandonado el palacio con su saco de trigo.
– Soberano –le contestaron–, tus matemáticos trabajan sin descanso y esperan terminar los cálculos al amanecer.
– ¿Por qué va tan despacio este asunto? –gritó iracundo el rey–. Que mañana, antes de que me despierte, hayan entregado hasta el último grano de trigo. No acostumbro a dar dos veces una misma orden.
Por la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor de la corte solicitaba audiencia para presentarle un informe muy importante.
El rey mandó que le hicieran entrar.ajedrez-para-nintildeos-clases-de-ajedrez_d2c5434f9_2
– Antes de comenzar tu informe –le dijo Sheram–, quiero saber si se ha entregado por fin a Sissa la mísera recompensa que ha solicitado.
– Precisamente para eso me he atrevido a presentarme tan temprano –contestó el anciano–. Hemos calculado escrupulosamente la cantidad total de granos que desea recibir. Resulta una cifra tan enorme…
– Sea cual fuere su magnitud –le interrumpió con altivez el rey– mis graneros no empobrecerán. He prometido darle esa recompensa y, por lo tanto, hay que entregársela.
– Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo. En todos tus graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en los graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos, manda desecar los mares y océanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos desiertos del Norte. Que todo el espacio sea totalmente sembrado de trigo, y toda la cosecha obtenida en estos campos ordena que sea entregada a Sissa. Solo entonces recibirá su recompensa.
El rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.
– Dime cuál es esa cifra tan monstruosa –dijo reflexionando–.
– ¡Oh, soberano! Dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince (18.446.744.073.709.551.615) granos de trigo.
El rey se quedó de piedra. Pero en ese momento Sissa renunció al presente. Tenía suficiente con haber conseguido que el rey volviera a estar feliz y además les había dado una lección matemática que no se esperaban.

PARA MI NIETO ERIC CON CARIÑO

Un acto de magia

Bambi y Tambor

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¡Hola amigo y amiga! :


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Números y colores con letra...

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Encierra al gato

Ve cliqueando los círculos más claros, que se pondrán más oscuros. • El objetivo es cercar al gato y no dejarlo salir. Para empezar, hacer click en cualquier lugar del dibujo de abajo ¡ Buena suerte y mucha atención!

"EL TESORO DEL SABER"

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