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sábado, 27 de septiembre de 2014

El regalo mágico del conejito pobre

cuento conejito pobreHubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas" El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso.
Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar."Dame algo, por favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él.
En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho!

Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!!

Y el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad hubiera devuelto la alegría a todos

lunes, 22 de septiembre de 2014

DIPTONGOS E HIATOS PARA NIÑOS


Cuando dos vocales se pronuncian en una misma sílaba se produce un Diptongo.

Los diptongos se forman por la unión de dos vocales:

CASOS:

1° Una vocal abierta y otra cerrada:
ejemplo:


2° Una vocal cerrada y otra abierta


3° Dos vocales cerradas


4° Una Vocal Cerrada Y Una Vocal Abierta Con Tilde:


5° Las vocales cerradas "i", "u" no forman diptongo si la vocal cerrada está tildada.



EL HIATO

Lee en voz alta las palabras silabeándolas:


¿Cómo pronuncias las vocales subrayadas? ¿En una sola sílaba o en sílabas separadas?

El Hiato es la separación de dos vocales que están juntas pero que se pronuncian en dos sílabas distintas
Existen dos tipos de hiatos:

1) Cuando están juntas las vocales fuertes o abiertas (a, e, o), forman sílabas separadas.
Si una de ellas es sílaba tónica, se coloca a tilde según las reglas de acentuación.

Por ejemplo:

leo  → le - o
creó → cre - ó

2) Cuando la mayor fuerza de voz recae en una vocal débil acentuada (i, u) que está junto a una vocal fuerte (a, e, o). Siempre se separan.

Por ejemplo:

creíste → cre - ís - te
cría → crí - a

LA ACENTUACIÓN DE LAS PALABRAS AGUDAS, LLANAS, ESDRÚJULAS Y SOBRESDRÚJULAS.

Como hemos aprendido,  las palabras agudas, llanas, esdrújulas  y sobresdrújulas tienen reglas de acentuación.

Las agudas llevan acento cuando acaban en vocal, en "n" o en "s".

Ejemplos:  café, ratón, ciprés.

Las llanas llevan acento cuando acaban en consonante diferente de "n" o "s".

Ejemplos: cráter, césped, túnel.

Las palabras esdrújulas siempre llevan acento.

Ejemplos: plátano, sábado, magnífico.

Las palabras sobresdrújulas siempre llevan acento.

Ejemplos: regálamelo, entrégaselo, cómetelo.

EL TEXTO Y EL PÁRRAFO.

color: #666666; font-family: Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;"> Aprendamos más sobre el texto y el párrafo con las siguientes actividades interactivas.





LOS TRIÁNGULOS.

Sabemos que podemos clasificar los triángulos según sus lados en equilátero, isósceles y escaleno; y según sus ángulos en acutángulo, rectángulo y obtusángulo.



Siempre, los tres ángulos de un triángulo suman 180º, o lo que es lo mismo, un ángulo llano.

¡Recordamos los números romanos!



LOS GRADOS DEL ADJETIVO.



jueves, 18 de septiembre de 2014

Une los puntos y forma un dibujo

Pasatiempos infantiles unir puntos - Dibujos para colorear - IMAGIXS

Actividades infantiles colorear - Dibujos para colorear - IMAGIXS
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Los cisnes salvajes



 Hace muchísimos años vivía un rey que tenía once hijos y una hija llamada Elisa. Los hermanos se querían mucho y eran muy unido
s. Aunque vivían en un hermoso castillo, jugaban y estudiaban como cualquier familia grande y feliz. Por desgracia, su madre había muerto poco después del nacimiento del último príncipe.

 Con el pasar del tiempo, el rey se repuso de la muerte de su amada esposa. Un día, conoció a una mujer muy atractiva de quien se enamoró. Sin sospechar que en realidad se trataba de una bruja, le propuso matrimonio.

"Ella me hará compañía y mis hijos tendrán de nuevo una madre", pensó el rey. Sin embargo, el mismo día en que llegó al castillo, la nueva reina resolvió deshacerse de los jóvenes príncipes.

 La reina empezó a mentirle al rey para indisponerlo con sus hijos. Luego, un buen día, reunió a los príncipes a la entrada del castillo.

-¡Fuera de aquí! -gritó-.

No los quiero volver a ver nunca más.

 Diciendo esto, levantó su capa hacia el cielo y los convirtió a todos en cisnes salvajes. Pero, como eran príncipes, cada uno llevaba una corona de oro en la cabeza.

 La malvada reina le dijo al monarca que los príncipes habían huido del castillo.

-Olvídate de esos ingratos -dijo. Luego, lo convenció de que Elisa necesitaba estar rodeada de otros chicos y mandó a la niña a vivir con una familia de campesinos.

 Cuando Elisa cumplió quince años, el rey la mandó traer y la reina la recibió con una amabilidad fingida.

-Ven, preciosa -le dijo-. Debes prepararte para saludar a tu padre.

 Mientras Elisa se preparaba para tomar el baño, la reina consiguió tres sapos, los besó y luego les ordenó:

-Tú te sentarás en la cabeza de Elisa y la volverás estúpida. Tú te pondrás cerca de su corazón y se lo endurecerás. Tú le saltarás a la cara y la volverás fea.

 Luego puso los sapos en el agua, que tomó un color repugnante. Sin embargo, la dulzura y la inocencia de Elisa rompieron el hechizo. Los sapos se convirtieron en amapolas y el agua se volvió cristalina. Al ver esto, la reina se llenó de ira. Le estregó barro en la cara a la muchacha y le enmarañó el cabello.

Cuando Elisa se presentó ante el rey, la indignación de éste fue enorme.

-¡Esta no es mi hija! -exclamó el rey.

-¡Padre, soy yo, Elisa! -replicó la muchacha.

-Es una pordiosera que sólo quiere tu dinero -dijo la bruja.

-¡Llévensela! -ordenó el rey.

 Con el corazón destrozado, Elisa se fue al bosque. Extrañaba a sus hermanos más que nunca y deseaba con toda su alma volver a verlos. Se sentó junto a un arroyo a lavarse la cara y a desenredarse el cabello.

En ese momento, una vieja mujer se le acercó.

-¿Ha visto a once príncipes vagando por el mundo? -preguntó Elisa, esperanzada.

-No, mi querida niña, pero he visto once cisnes con coronas de oro en la cabeza -respondió la anciana-. Vienen a la orilla de aquel lago a la hora del crepúsculo.

 Elisa se fue a la orilla del lago a esperar. Cuando el sol se ocultó, escuchó un batir de alas. En efecto, eran los once cisnes salvajes con sus once coronas de oro en la cabeza.
Al principio, Elisa se asustó y se escondió detrás de una roca.

 Uno a uno, los cisnes se fueron posando en la orilla. Al tocar el suelo, recobraban su aspecto humano. Encantada, Elisa vio desde su escondite que los cisnes eran sus hermanos.

-¡Antonio, Sebastián! ¡Soy yo, Elisa! -gritó, mientras corría a abrazarlos.

 Todos se reunieron en torno a ella, felices de estar de nuevo juntos, después de tanto tiempo.

¡Fue un instante glorioso! Los once príncipes le narraron a su hermana de qué manera la bruja perversa los había convertido en cisnes y Elisa, a su vez, les contó que a ella la había echado del castillo.

-De día somos cisnes y al atardecer volvemos a ser humanos -explicó Antonio, el mayor de los hermanos.

-Encontraré la manera de romper el hechizo -les aseguró Elisa.

 Los hermanos encontraron un pedazo de lienzo lo suficientemente grande para llevar a Elisa en él. Al amanecer del día siguiente, la alzaron en vuelo con suavidad. Sebastián, el menor de todos, le daba bayas para comer. Cuando el sol empezó a ocultarse otra vez, llegaron a una cueva secreta, en un bosque apartado. Esa noche, Elisa soñó con un hada que volaba en una hoja.

-Podrás romper el hechizo si estás dispuesta a sufrir -susurró el hada-. Debes recoger ortigas y tejer once camisas con el lino que saques. Cuando las hayas terminado, deberás lanzárselas a tus hermanos para romper el hechizo. ¡Pero escucha bien! No puedes ni hablar ni reírte hasta no haber terminado.

-Eso no importa -respondió Elisa en sus sueños-. ¡Haré lo que sea necesario para salvar a mis hermanos!

Cuando Elisa se despertó esa mañana, sus hermanos ya se habían ido.

 En el suelo, junto a ella, había una pila de hojas de ortiga. Elisa se puso a trabajar de inmediato. Al regresar los príncipes a la cueva, encontraron a su hermana tejiendo una prenda bastante curiosa. Elisa tenía las manos llenas de heridas.

-¿Qué haces? -preguntó Sebastián. Pero su hermana no podía decir nada.

 Sebastián no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas cuando se inclinó a mirar las manos de Elisa. Las lágrimas cayeron en sus dedos y las heridas desaparecieron inmediatamente. Ella le sonrió agradecida, pero no se atrevió a decir ni una sola palabra.

 Los hermanos observaron durante un rato. El asunto era muy misterioso, pero ellos sospecharon que algo mágico debía estar ocurriendo. A lo mejor, Elisa estaba tratando de salvarlos.
Al otro día, cuando ya sus hermanos se habían ido, Elisa salió de la cueva.

"Haré mi trabajo a la sombra de aquel roble", pensó. "Allá no me verán."

Sin embargo, un grupo de cazadores la descubrió.

-¿Tú quien eres? -preguntó uno de ellos con voz áspera. Al no obtener respuesta, la levantó a la fuerza.

-Quietos -dijo una voz. Era un joven rey.

-¿Cómo te llamas? -preguntó amablemente el rey. Elisa se limitó a sacudir la cabeza y a sonreír.

-Ella vendrá conmigo -dijo el rey y ordenó a los cazadores retirarse.

 De regreso en el castillo, el joven rey intentó hablarle a Elisa en diferentes idiomas, pero ella no hacía más que tejer. Aunque la muchacha no decía nada, su mirada dulce y su linda cara cautivaron el corazón del rey.

 Elisa vivía ahora rodeada de lujos, pero pasaba la mayor parte del tiempo tejiendo en silencio. El rey se sentaba junto a ella y era feliz en su compañía. Un día, decidió hablar con el arzobispo.

-Amo a esta dulce doncella -anunció-, y deseo casarme con ella.

-Su majestad no sabe nada sobre esta muchacha -replicó el arzobispo-. Bien podría ser una bruja. Ese tejido es bastante extraño.

Sin embargo, el rey estaba decidido. Elisa escuchó en silencio la propuesta del rey y le apretó suavemente la mano. La boda tuvo lugar poco después.

 Elisa siguió tejiendo hasta que un día se le acabaron las ortigas. Una noche, se fue al cementerio a recoger más hojas. Aunque allí había tres brujas reunidas, Elisa no hizo caso y pensó sólo en las camisas de sus hermanos.

El arzobispo, que la había seguido, se fue a alertar al rey:

-Le dije a su Majestad que su esposa tenía trato con las brujas -afirmó el arzobispo.

 El rey queriendo comprobar tal acusación se fue al cementerio. Aterrado, vio a Elisa cerca de las brujas, en torno a una tumba.

-No lo puedo creer -dijo el rey, desconsolado-. Castígala, si eso es lo que debes hacer.

Elisa fue acusada de brujería.

-Esposa mía, te ruego que hables en tu defensa -suplicó el rey. Pero Elisa no podía más que mirarlo con ojos tristes.

 Al otro día, la llevaron a la plaza para quemarla en la hoguera. Elisa seguía tejiendo y llevaba con ella las diez camisas para sus hermanos. La muchedumbre enfurecida gritaba:

-¡Quemen a la bruja!

 De repente, en el cielo aparecieron once cisnes salvajes que descendieron hacia Elisa. Al verlos, ella les lanzó de inmediato las camisas. La gente se quedó atónita al ver que los cisnes se convertían en príncipes.

Sebastián, quien recibió la undécima camisa con una manga sin terminar, tenía todavía un ala.

-¡Sálvenme! -gritó por fin Elisa-. ¡Soy inocente!

 Rodeada de sus hermanos, Elisa se presentó ante el rey. Las lágrimas le rodaban por las mejillas a medida que iba relatando la historia de la madrastra, del encuentro con sus hermanos y el motivo de su silencio.

 El rey también lloró de felicidad y abrazó a su esposa con ternura. -Sólo alguien con un corazón tan bueno como el tuyo haría ese sacrificio -dijo el rey.

La multitud gritaba alborozada:

-¡Dios bendiga a la reina! Fue entonces cuando Elisa notó el ala de Sebastián.

-¡Tu brazo, mi pobre hermano! -dijo Elisa llorando.

-No llores -la consoló Sebastián-. Llevaré con orgullo esta ala de cisne como prueba de tu amor generoso e incondicional.

Tablas de multiplicar







Las conjunciones

 Las conjunciones.
     Junto a las preposiciones, son elementos relacionantes de la oración. Las conjunciones se pueden clasificar según los elementos que ponen en relación y según sea el tipo de relación que se establece entre esos elementos. Así, veremos tres tipos de conjunciones, que estudiaremos más detenidamente cuando hagamos el estudio de la oraciones compuestas y complejas:
 
1. Conjunciones coordinantes.
    Unen elementos funcionalmente equivalentes, es decir, elementos con la misma función, sean sustantivos, adjetivos, sujetos, complementos circunstanciales, «proposiciones», etc.. En el caso de que unan «proposiciones», no se establece entre ellas una relación especialmente significativa.
Copulativas: y (e), ni
 Adversativas: mas, pero, aunque, sin embargo, sino, no obstante, empero.
 Distributivas: bien... bien..., ya...ya..., sea...sea..., o...o...(u).
 Disyuntivas: o (u).
 Explicativas: o (u), esto es, es decir, o sea.

2. Conjunciones completivas.
    Son las que nos sirven para unir los diferentes elementos que componen las oraciones complejas. Atención: este término tiene un significado que no coincide con la mayoría de los libros de texto. Será visto con detenimiento más adelante. Oraciones complejas son aquellas en que existe una proposición que depende de un elemento de la oración en que se integran. (Debemos recordar aquí que los pronombres relativos y los relativo-adverbiales introducen proposiciones subordinadas adjetivas y circuntanciales de lugar, tiempo y modo).
    Introducen una proposición subordinada sustantiva. Las conjunciones completivas son muy pocas:
 Si introducen una proposición enunciativa, la conjunción es (el) que. Ej: Elías dice que irá de vacaciones a MéxicoEl que venga tu hermano no me preocupa. 
 Si introduce una proposición interrogativa total, la conjunción es si. Ej: Elías preguntó si irían de vacaciones a MéxicoSapruebas o suspendes me importa sobremanera.

3. Conjunciones subordinantes.
    Son las que utilizamos para relacionar estrechamente dos o más oraciones simples. Con ellas se expresan relaciones lógicas, como la condición, la causa, la consecuencia, la concesión, la comparación y la finalidad. Habrá, pues, conjunciones condicionales, causales, consecutivas, concesivas, comparativas y finales. Veremos sólo las más usuales, teniendo en cuenta que hay que distinguir entre conjunciones ( una sola palabra ) y locuciones conjuntivas ( dos o más palabras ).
 Condicionales: si, a condición de que, con tal de que, como.
 Causales: porque, pues, como, puesto que, dado que, pues que, ya que
 Consecutivas: tan, tal, tanto...que; luego, conque, así pues
 Concesivas: aunque, a pesar de que, aun cuando, si bien, etc
 Comparativas: más ... que, tan ... como, menos ...que.
 Finales: para que, a que, a fin de que, con objeto de, con la intención de que, etc.

PARA MI NIETO ERIC CON CARIÑO

Un acto de magia

Bambi y Tambor

Bambi y Tambor

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"EL TESORO DEL SABER"

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