PERSONITA ESTE BLOG ES SOLO PARA TI, AQUI PODRÁS LEER TODOS LOS DÍAS UN CUENTO DIFERENTE Y HACER VARIAS ACTIVIDADES PROPIAS DE TU EDAD. Profra. Rocío Romero Kuhliger.
sábado, 19 de diciembre de 2015
jueves, 17 de diciembre de 2015
RODOLFO EL RENO
Hace mucho tiempo, había un reno llamado Rudolph (Rudolf), el unico reno en el mundo que tenía una gran nariz roja. Naturalmente la gente le llamaba "Rodolfo, el reno de la nariz roja".
Rodolfo estaba terriblemente avergonzado por su enorme nariz tan peculiar, los otros renos se burlaban de él, su padre, su madre y su hermana tambien sentían pena por la desdicha de Rudolph. Incluso él mismo se sentía muy apenado.
Una noche en víspera de Navidad, Santa Claus estaba preparando su trineo, alistando a todos sus renos, Dasher, Prancer, Vixen y los otros para dar la vuelta alrededor del mundo, llevando regalos a los niños.
Pero de pronto una terrible tormenta se desató y la neblina cubrió toda la tierra, evitando que los renos pudieran remontar el vuelo y Santa sabía que con tanta niebla no podría encontrar una sola chimenea.
De pronto, Rudolph apareció para ver que sucedía, su gran nariz brillaba como nunca. Santa sintió que esa era la respuesta a su problema, así que llamó a Rudolph y lo colocó al frente del trineo, adelante de todos los demás renos, como líder.
Con esa gran nariz como guía los venados pronto remontaron el vuelo y Rudolph condujo a Santa a cada una de las chimeneas.
Esa terrible noche ni la lluvia, los truenos, la nieve o la niebla pudieron detener a Rudolph que con su gran nariz roja iluminó el camino.
Y así fue como Rudolph se convirtió en el reno más querido y admirado de todos, esa gran nariz que un día lo hizo sentir tan mal, hoy era la envidia de todos en el mundo de los renos.
Santa Claus les dijo a todos los renos que Rudolph había sido el héroe y desde ese día Rudolph pudo vivir sereno y feliz.
El Grinch
El Grinch es una película estadounidense del año 2000 producida por Universal Pictures e Imagine Entertainment, basada en el cuento navideño del mismo nombre del autor infantil estadounidense Dr. Seuss. Wikipedia
Fecha de estreno: 8 de noviembre de 2000 (Estados Unidos)
La cerillera
Era la noche de San Silvestre, la última noche del año. Todo el mundo en la ciudad se apresuraba para llegar pronto a sus casas y refugiarse del frío y la nieve. Iban muy abrigados, y algunos llevaban regalos de Navidad. Tras los cristales ardía la leña en las chimeneas y había agradables aromas de los manjares preparados para la cena de aquella noche.
En medio del ir y venir, un pequeña chiquilla vendía fósforos para ganar algo con que comprar siquiera un pedazo de pan. - Compren fósforos, lo mejor para encender fuego. ¡Compre cerillas, señor! Pero la gente apenas escuchaba su débil voz y desde luego, por nada del mundo sacarían las manos de sus tibios bolsillos con el frío que hacía.
Poco a poco, la noche se fue acercando y la calle se quedó desierta. -¡Fósforos, fósforos! ¡Cerillas para la lumbre! Pero la pobre cerillera pronto comprendió que no vendería nada más aquel día. Terminó pronto de contar las escasísimas ganancias. No podía volver así a su casa: sin llevar consigo algo de alimento para su familia.
Pensó que quizá sus padres se enfadaran con ella por no haber sido capaz de vender más, eran tan pobres y tantas bocas que alimentar, que la más mínima cantidad marcaba una gran diferencia. ¡Si por lo menos no hiciera tanto frío! Tenía los deditos entumecidos, la nariz helada y le dolía mucho la garganta. Si se atreviera a encender una cerilla, sentiría un poco de calor...
Al fin y al cabo, en su casa haría el mismo frío que en la calle, pues durante todo el invierno el agua de lluvia se había abierto camino entre las rendijas del tejado, formando goteras y el viento soplaba a través de lo cartones que formaban las paredes de su humilde casita. Se refugió en la esquina que formaban dos casas muy elegantes y con mucho cuidado para no destaparse, encendió un fósforo.
Y la luz del fósforo al arder le mostró una acogedora estancia donde ardía el cálido fuego de la chimenea al lado de una mesa con humeante comida. Las llamas se reflejaban en las paredes creando figuras danzarinas y la pobre cerillera incluso podía sentir el calor de una manta sobre sus rodillas. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad.
-Si pudiera ser todo el rato así...- Se lamentó la chiquilla Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia, y sin embargo es tan agradable su luz... Y procedió a prender la llama que esta vez le mostró un salón bellamente adornado, con un árbol de navidad adornado con infinidad de pequeñas velitas centelleantes. Bajo él, los regalos esperando a ser abiertos por niños ilusionados.
Al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola, en la noche acariciada por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío. - Encenderé otra cerilla decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidad
Y así lo hizo, sostuvo la madera encendida delante de sus ojos y esta vez se vio a sí misma sentada a la agradable mesa al lado de la chimenea, tomando una sopa caliente que reconfortó su enfermo cuerpo. Y también era ella la que se acercó al majestuoso árbol de navidad para abrir los regalos que en su corta vida nunca había recibido.
Tan agradable y tan nueva era la sensación para la chiquilla, tan gratificante sentir el calor del hogar, que esta vez, cuando se consumió la cerilla, sólo quedó junto a la esquina de las elegantes casas el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos, pues su alma se negó a regresar a esa realidad que la había ignorado hasta el momento.
En medio del ir y venir, un pequeña chiquilla vendía fósforos para ganar algo con que comprar siquiera un pedazo de pan. - Compren fósforos, lo mejor para encender fuego. ¡Compre cerillas, señor! Pero la gente apenas escuchaba su débil voz y desde luego, por nada del mundo sacarían las manos de sus tibios bolsillos con el frío que hacía.
Poco a poco, la noche se fue acercando y la calle se quedó desierta. -¡Fósforos, fósforos! ¡Cerillas para la lumbre! Pero la pobre cerillera pronto comprendió que no vendería nada más aquel día. Terminó pronto de contar las escasísimas ganancias. No podía volver así a su casa: sin llevar consigo algo de alimento para su familia.
Pensó que quizá sus padres se enfadaran con ella por no haber sido capaz de vender más, eran tan pobres y tantas bocas que alimentar, que la más mínima cantidad marcaba una gran diferencia. ¡Si por lo menos no hiciera tanto frío! Tenía los deditos entumecidos, la nariz helada y le dolía mucho la garganta. Si se atreviera a encender una cerilla, sentiría un poco de calor...
Al fin y al cabo, en su casa haría el mismo frío que en la calle, pues durante todo el invierno el agua de lluvia se había abierto camino entre las rendijas del tejado, formando goteras y el viento soplaba a través de lo cartones que formaban las paredes de su humilde casita. Se refugió en la esquina que formaban dos casas muy elegantes y con mucho cuidado para no destaparse, encendió un fósforo.
Y la luz del fósforo al arder le mostró una acogedora estancia donde ardía el cálido fuego de la chimenea al lado de una mesa con humeante comida. Las llamas se reflejaban en las paredes creando figuras danzarinas y la pobre cerillera incluso podía sentir el calor de una manta sobre sus rodillas. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad.
-Si pudiera ser todo el rato así...- Se lamentó la chiquilla Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia, y sin embargo es tan agradable su luz... Y procedió a prender la llama que esta vez le mostró un salón bellamente adornado, con un árbol de navidad adornado con infinidad de pequeñas velitas centelleantes. Bajo él, los regalos esperando a ser abiertos por niños ilusionados.
Al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola, en la noche acariciada por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío. - Encenderé otra cerilla decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidad
Y así lo hizo, sostuvo la madera encendida delante de sus ojos y esta vez se vio a sí misma sentada a la agradable mesa al lado de la chimenea, tomando una sopa caliente que reconfortó su enfermo cuerpo. Y también era ella la que se acercó al majestuoso árbol de navidad para abrir los regalos que en su corta vida nunca había recibido.
Tan agradable y tan nueva era la sensación para la chiquilla, tan gratificante sentir el calor del hogar, que esta vez, cuando se consumió la cerilla, sólo quedó junto a la esquina de las elegantes casas el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos, pues su alma se negó a regresar a esa realidad que la había ignorado hasta el momento.
Hans Christian Andersen
Cómo hacer una piñata con globos
Instrucciones
- Para hacer una piñata con globos vas a necesitar el siguiente material: papel de periódico, globos, algo punzante, pegamento o cola (o agua y harina), elementos de decoración y relleno de piñata.
- Localiza una superficie de trabajo limpia y despejada en la que puedas colocar todo el material de trabajo y donde puedas acceder a él de forma sencilla.
- Corta el periódico en trozos. Puedes hacer tiras con unas tijeras para que después resulte más cómodo a la hora de pegarlo para hacer la piñata.
- Infla el globo. Ten en cuenta que cuanto más infles el globo más grande será luego la piñata y también más papel de periódico necesitarás para recubrirla.
- Para dar forma a tu piñata puedes colocar trozos de palillos pegados al globo, creando una estructura sobre el globo. Si no, puedes colocar el globo sobre una taza o un vaso, algo que sirva de sostén mientras realizas el siguiente paso, para evitar que se pegue a la superficie de trabajo.
- Prepara el material adhesivo. Hay quien emplea para ello pegamento o cola blanca y hay quien hace un adhesivo casero, mezclando harina y agua, lo conocido como engrudo.
- Moja las tiras en la solución que has preparado y ve colocándolas sobre el globo. Tienes que cubrir toda la superficie.
- Deja secar tu piñata durante toda una noche.
- Al día siguiente estará seca y consistente y podrás pintarla y decorarla. No olvides hacer un agujero para llenarla con lo que prefieras, puedes sacar de algunas ideas del artículo cómo rellenar una piñata, y de hacer un par de menor tamaño (puedes usar un destornillador o cualquier elemento punzante para ello) en la parte superior para meter el cordel con el que la colgarás.
- En el terreno de la decoración, puedes dejar volar libre tu imaginación. Puedes pintarla de colores divertidos, pegarle flecos o simplemente cubrirla con un papel decorado.
- Si deseas leer más artículos parecidos a cómo hacer una piñata con globos, te recomendamos que entres en nuestra categoría de Celebraciones y fiestas.
Instrucciones
Materiales
- Un globo de preferencia que sea grande (según el tamaño de la piñata que quieres hacer )
- Papel de china del color que deseen, yo escogí rosa
- Engrudo (o algún pegamento que deseen utilizar)
- Papel periódico ( cortados en trozos para poder pegarlos)
- Tijeras - mecatillo o henequén ( o algo que les sirva para amarrar)
- Un dibujo del que gusten yo escogí una de princesas
Elaboración de la piñata
1.-Infla el globo y amarrala.
2.-Corta el periódico en trozos regulares ni tan grandes ni tan chicos ,pega sobre el globo ya inflado,pon 6 capas recuerda que tiene que quedar todo muy cubierto
.Donde amarramos el globo deja todo un espacio redondo sin pegar ,ya que por ahí meteremos después las golosinas
3.- En la cuarta capa amarre el globo de arriba hacia abajo para que así se pueda sostener luego y que la forma de mi piñata quede bien,y seguí pegando las 2 capas restantes y deje secar al sol ,tiene que quedar muy seco mínimo 2 día mientras mas días mejor .
También puedes usar un secador de cabello para acelerar el secado del globo.
4.-Una vez que la piñata este completamente seca pinchar el globo (Es probable que el globo se haya reventado solito).Quita todo residuo de globo que haya quedado dentro de la piñata.
5.-Ahora procedemos a ponerle el papel de china ya cortado en tamaños iguales de acuerdo a como les guste , te recomiendo pegar el papel desde abajo hacia arriba , lo demás es de acuerdo a gustos
El zapatero y los duendes
Había una vez un zapatero tan pobre que ya no le quedaba más que el cuero necesario para hacer un par de zapatos. Llegada la noche, cortó los zapatos para hacerlos al día siguiente y se fue a dormir.
Por la mañana se encontró encima de la mesa, perfectamente acabado, el par de zapatos. Estaban tan bien cosidos que el trabajo era una verdadera obra maestra.
No tardó en entrar en la tienda un comprador, y al ver los zapatos le gustaron tanto que pagó por ellos más de lo que el zapatero pedía, por lo que éste pudo comprar cuero para hacer dos pares de zapatos más.
Por la noche los cortó y por la mañana, cuando iba a comenzar a trabajar, se encontró con que ya estaban terminados.
Al poco entraron compradores y se los llevaron, y con el dinero que dieron por ellos, el zapatero pudo comprar cuero para otros cuatro pares de zapatos.
A partir de entonces, todos los días el zapatero preparaba por las noches el cuero y en las mañanas se encontraba con los zapatos listos para ser vendidos, por lo
que no tardó en convertirse en un hombre bastante rico.
Una noche, poco antes de Navidad, el zapatero y su mujer, después de cortar los zapatos, decidieron quedarse a ver quién los ayudaba tan generosamente.
Así que se escondieron en un rincón, detrás de unas ropas que allí había. A medianoche vieron llegar a dos hombrecillos desnudos, que, subiéndose en la mesa del zapatero, comenzaron a trabajar tan deprisa y tan bien que el zapatero no podía creer lo que veía. Los duendecillos no pararon hasta que tuvieron todos los zapatos terminados sobre la mesa, y entonces desaparecieron.
Al día siguiente dijo la mujer del zapatero:
–Los duendecillos nos han hecho ricos; deberíamos demostrarles nuestra gratitud. Trabajan desnudos y deben de tener frío. Voy a hacerles camisas, pantalones y medias. Hazle tú un par de zapatos a cada uno.
Trabajaron todo el día y cuando llegó la noche ya estaba todo terminado; lo dejaron sobre la mesa y se escondieron para ver qué hacían los duendecillos al ver los regalos.
A medianoche aparecieron los hombrecillos. Al ver las ropitas saltaron y brincaron de alegría, se vistieron y calzaron y finalmente se marcharon muy contentos.
Por la mañana se encontró encima de la mesa, perfectamente acabado, el par de zapatos. Estaban tan bien cosidos que el trabajo era una verdadera obra maestra.
No tardó en entrar en la tienda un comprador, y al ver los zapatos le gustaron tanto que pagó por ellos más de lo que el zapatero pedía, por lo que éste pudo comprar cuero para hacer dos pares de zapatos más.
Por la noche los cortó y por la mañana, cuando iba a comenzar a trabajar, se encontró con que ya estaban terminados.
Al poco entraron compradores y se los llevaron, y con el dinero que dieron por ellos, el zapatero pudo comprar cuero para otros cuatro pares de zapatos.
A partir de entonces, todos los días el zapatero preparaba por las noches el cuero y en las mañanas se encontraba con los zapatos listos para ser vendidos, por lo
que no tardó en convertirse en un hombre bastante rico.
Una noche, poco antes de Navidad, el zapatero y su mujer, después de cortar los zapatos, decidieron quedarse a ver quién los ayudaba tan generosamente.
Así que se escondieron en un rincón, detrás de unas ropas que allí había. A medianoche vieron llegar a dos hombrecillos desnudos, que, subiéndose en la mesa del zapatero, comenzaron a trabajar tan deprisa y tan bien que el zapatero no podía creer lo que veía. Los duendecillos no pararon hasta que tuvieron todos los zapatos terminados sobre la mesa, y entonces desaparecieron.
Al día siguiente dijo la mujer del zapatero:
–Los duendecillos nos han hecho ricos; deberíamos demostrarles nuestra gratitud. Trabajan desnudos y deben de tener frío. Voy a hacerles camisas, pantalones y medias. Hazle tú un par de zapatos a cada uno.
Trabajaron todo el día y cuando llegó la noche ya estaba todo terminado; lo dejaron sobre la mesa y se escondieron para ver qué hacían los duendecillos al ver los regalos.
A medianoche aparecieron los hombrecillos. Al ver las ropitas saltaron y brincaron de alegría, se vistieron y calzaron y finalmente se marcharon muy contentos.
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Jacob Ludwig Karl, "El zapatero y los duendes" en Cuentos de Grimm. México, SEP-Juventud, 2007.
martes, 15 de diciembre de 2015
Fábula : Doña Cebra y Doña Jirafa
Doña Cebra y Doña Jirafa eran dos grandes amigas, y esto se comprobó en cierta ocasión, en la cual doña Jirafa cayó tremendamente enferma de la garganta.
Doña Jirafa se levantó una mañana con la garganta terriblemente inflamada; la sensación de dolor al tragar era muy grande, y por esta causa no podía comerse ni un triste grano de arroz.
Al ver como su salud empeoraba, doña Jirafa pensó que lo más conveniente sería avisar a su buena amiga Doña Cebra, que siempre estaba pendiente de ella.
- ¡Ay, Doña Cebra! ¡Qué mal me encuentro esta mañana! ¡Casi no puedo ni hablar!- Exclamaba Doña Jirafa dirigiéndose a su amiga.
- Voy a ver el aspecto de esa garganta- Dijo Doña Cebra.- ¡Uf! Tiene muy mal aspecto, de manera que iré a la farmacia para ver qué pueden recomendarme para este tipo de dolencia.
Mientras Doña Cebra se dirigía a la farmacia en busca de lo necesario para curar a su amiga, Doña Jirafa decidió meterse en la cama, puesto que de mal que se encontraba no podía ni estar de pie.
Entre tanto, Doña Cebra no conseguía encontrar en ninguna farmacia cercana medicamentos suficientes para la garganta de su amiga, tan larga que era, y ni corta ni perezosa decidió viajar a otro país con más farmacias. Era tanta su preocupación y su sentido de la responsabilidad, que a Doña Cebra no le importaba el medio, sino el fin. Pero al desplazarse a otro país en busca de remedios para la garganta de Doña Jirafa, el viaje se alargó demasiado y, a su vuelta, Doña Jirafa ya se encontraba bien.
Sin embargo, esto no enfadó a Doña Cebra lo más mínimo, y ni por la cabeza se le pasó el lamentarse por la inutilidad de su viaje. ¡Se alegraba tanto de ver a doña Jirafa recuperada!
La verdadera amistad es un gigantesco tesoro, y Doña Jirafa tuvo la suerte de comprobarlo.
www.bosquedefantasias.com
Nacimiento para recortar
Bonito Nacimiento para recortar. Ángeles, pastores, San José, la Virgen, el niño Jesús
Pesebre para imprimir recortar y armar.
Fuente:
http://buenanavidad.blogspot.com
sábado, 5 de diciembre de 2015
La Bella y la Bestia
De este modo, todo se sucedía con tranquilidad mientras las hijas del mercader esperaban una vez más la llegada de su padre. Pero nada ocurrió como de costumbre, y el mercader a su regreso, se vio envuelto en una fuerte tormenta que le desviaba una y otra vez del camino. Presuroso, corrió junto a su caballo en busca de algún refugio que pudiese apaciguarle de la lluvia y del aire gélido que le calaba los huesos. Y así, casi sin saber cómo había llegado, ni dónde estaba, el mercader de pronto se encontró frente a la gran puerta de un extraño castillo.
Cansado, y al ver que nadie le escuchaba ni abría la puerta, decidió adentrarse en él. La puerta se encontraba abierta, y tras ella, todo parecía perfectamente dispuesto: la mesa iluminada y repleta de comida para cenar; las habitaciones ambientadas con leña fresca y colchones bien mullidos…Y el mercader no pudo resistirse a todos aquellos placeres, tan hambriento y fatigado como estaba. De modo que cenó, durmió caliente, e incluso desayunó mientras seguía sin responder nadie a sus llamadas ni recibirle en ninguna estancia. Repuesto, el mercader salió al jardín con la esperanza de encontrar al fin al dueño de aquella casa, y poder agradecerle así antes de su partida tantísima hospitalidad. Pero también el jardín se encontraba vacío y silencioso, de manera que el mercader decidió volver a casa.
Justo cuando estaba a punto de salir de aquel extraño lugar, el mercader recordó la petición de su joven hijaBella, casi hipnotizado por el fuerte y maravilloso perfume que desprendían los rosales de aquel jardín. Eligió la rosa que más resaltaba y brillaba de todas y la cortó. En aquel momento, la tranquilidad y el silencio del jardín se vieron interrumpidos por una gran fiera que se lanzó sobre el mercader, atacándole con amenazas e insultos por no haberse comportado como un buen y agradecido invitado, robándole las flores de su jardín.
El pobre mercader intentó explicarse, hablándole a aquella Bestia de su hija pequeña y de su humilde promesa. Sin embargo, las palabras del mercader no ablandaban a la Bestia que quería encerrar al mercader para siempre en su castillo como castigo.
– Te perdonaré la vida si en tu lugar, traes a tu hija Bella para que me acompañe en el castillo.
El mercader, tras aquella horrible propuesta, acudió a casa nervioso y muy asustado. Una vez en casa y más tranquilo, el mercader pudo relatar todo lo que había sucedido a sus hijas, y Bella, serenándole con un beso, le dijo:
– No te preocupes, padre mío, que yo volveré al castillo en tu lugar.
Y así fue como Bella terminó llegando al castillo, al igual que lo había hecho su padre. En él, fue recibida por una extraña Bestia, que al contrario de lo que había relatado su padre, se mostraba amable, delicada y muy galante. Rodeada de una más que apacible tranquilidad, Bella fue pasando en el castillo los días mientras bordaba, leía historias o charlaba animosamente con la Bestia. Pero pronto empezó a echar de menos a su familia y a preocuparse por ellos, reflejándose en su rostro una tristeza que la Bestia, a pesar de sus buenos modales, no podía remediar. Decidió entonces regalar a Bella un espejo mágico en el cual pudiese ver siempre a los suyos y no preocuparse por ellos más. Cuando de pronto, una noche Bella vio reflejado en el espejo a su padre cansado y enfermo.
La pobre Bella, cuyo corazón era bueno y amaba a los demás, sintió la necesidad de acompañar a su padre y de marchar, a pesar de su promesa con la Bestia.
– ¡Desearía tanto ver a mi padre, aunque sea por última vez!- exclamó la joven apenada.
La Bestia, conmovida, permitió a marchar a Bella con la condición de su regreso al cabo de unos días. Pero pasaron días y también semanas, y Bella no volvía junto a la Bestia, tan a gusto como se encontraba al lado de su padre y de sus hermanas. Poco a poco, sin embargo, y cada vez con más fuerza, Bella recordaba a aquella extrañaBestia que había salvado a su padre y que tan bien se había portado con ella.
Y así fue como Bella decidió volver finalmente al castillo para continuar con el cumplimiento de su promesa dando compañía a la Bestia, a la cual encontró desplomada y agonizante a su llegada en el jardín:
– ¡No te mueras por favor! Has sido tan bueno conmigo…No te volveré a dejar solo y me casaré contigo – exclamó llorosa y preocupada la joven Bella.
Tras aquellas palabras un halo mágico envolvió a la Bestia, que poco a poco fue perdiendo sus garras, su pelo, sus dientes…hasta convertirse en un hermoso y joven príncipe, que tan solo había sido víctima de un hechizo. Un hechizo, que solo podía romper el amor puro de un alma noble…
Celebrada la boda, el joven príncipe inundó el jardín de rosas en honor a Bella, a las que superaba en belleza de rostro y corazón.
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