Había una vez, una hermosa pradera repleta de vida, las mariposas revoloteaban alegres, los saltamontes brincaban felices y todos y cada uno de sus habitantes vivian en armonía los unos con los otros. En un lugar de la pradera se alzaba un pequeño montículo de tierra, el cual tenía un agujero en el centro, era un nido de hormigas, repleto de bullicioso ir y venir de miles de hormiguitas.
Chusy era una de las muchas hormigas que vivían en esa comunidad, todas muy trabajadoras y organizadas, recogiendo todo el alimento que pudieran conseguir para almacenarlo en su nido para el invierno.
Una mañana de verano, mientras Chusy se afanaba en recoger semillas por la pradera, encontró unas enormes y suculentas semillas que hasta entonces no conocía y que parecían tan sabrosas que a Chusy se le hacía la boca agua. La miraba con los ojos abiertos coo platos, mientras sus tripas, como si tuvieran vida propia, comenzaron a rugir como si quisieran llenarse de ese delicioso alimento. Chusy mientras se rascaba su negra cabeza con una de sus patitas, pensó
- Mmmmm, estas semillas tienen una pinta estupenda ¿ y si me la quedo para mi sola ? me voy a poner las botas si no tengo que compartirlas con nadie.
Y fue así como, egoísta, decidió alejarse del nido y cavando su propio y pequeño agujero en el suelo, guardo las semillas para ella sola.
Fue así como el resto del verano, animada por la idea de tener cada vez más alimento para disfrutarlo ella sola, fue recogiendo más cantidad de aquellas semillas llevandolas a su diminuto nido particular.
Los días de verano fueron haciéndose más cortos, y un buen día llegó el otoño.
Una noche, con el ya frescor otoñal, Chusy estaba acurrucada en su diminuto agujero, junto a sus semillas, y afuera, bajo una oscuridad total, comenzaron a caer unas gotas de lluvia, era una tormenta que apenas comenzaba.
De repente, comenzó a llover fuertemente y el agua empezó a entrar en el nido de Chusy, mojando todas sus semillas y anegando su agujero. Chusy asustada no sabía que hacer y temía morir ahogada.
Antes de que el agua cubriera del todo su precario agujero, salió corriendo y sin parar de correr se acercó temblando y llena de miedo al nido de hormigas que un día había sido su hogar, y viendo que sus compañeras habían trabajado todas juntas tapando la entrada para protegerse de la lluvia, desesperada, comenzó a gritar
- ¡ Abridme la entrada por fabor ! ¡ El prado se está cubriendo de agua y no quiero morir ahogada !
Las demás hormigas escucharon los gritos de Chusy y corrieron a abrir la entrada del nido para dejarla entrar. Todas tomaban una piedrecita de las que cubrían la entrada y la apartaban para abrir el acceso. Cuando este estuvo lo suficientemete abierto para que Chusy entrara, le gritaron
- ¡ Corre entra, date prisa !
Chusy aún temblando de miedo y empapada por la lluvia corrió a refugiarse y una vez dentro, todas las hormigas, incluida Chusy, se afanaron el cubrir de nuevo la entrada con las pequeñas piedrecillas.
Cuando la entrada ya estaba tapada y las hormiguitas a salvo, todas miraron a Chusy y sin hacer preguntas y echaron a andar camino a lo más profundo del nido para continuar durmiendo. Chusy las siguió, mientras sentía un gran pesar por lo que había hecho, y mientras se disponía a pasar la noche junto a sus compañeras, pensó que lo que había hecho estaba mal, muy mal, y que más vale el trabajo en equipo y compartir, que ser egoísta, estar sola, y ser vulnerable a cualquier contratiempo que pudiese ocurrir.
Y es así como Chusy aprendió a no ser egoísta y vivir felizmente en comunidad para siempre, compartiendo todo lo bueno que la pradera les ofrecía.
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