-"Queridas hijas, tengo que ir al bosque, estad en guardia contra el lobo, si llegase a entrar, os devorará -piel, pelo y todo-. El lobo malvado por lo general se disfraza, pero lo reconocereis enseguida por su gruesa voz y sus negras patas."-
Las cabritas dijeron:
-"Mamá, tendremos mucho cuidado! Puedes salir sin preocuparte."
Entonces la vieja cabra baló, y partió a su camino con la mente tranquila.
No había transcurrido mucho tiempo cuando alguien tocó a la puerta de la casa y llamó:
-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-
Pero las pequeñas cabritas sabían que era el lobo por su gruesa voz,
-"No abriremos la puerta."- gritaron ellas. -"No eres nuestra madre. Ella tiene voz suave y placentera, en cambio tu voz es ronca, ¡Tú eres el lobo!"-
Entonces el lobo se retiró, fue a una tienda y se compró una gran masa de tiza, se la comió y con eso se le suavizó la voz. Y regresó donde las cabritas, tocó a la puerta y gritó:
-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-
Pero las cabritas vieron por debajo de la puerta unas negras patas y gritaron:
-"No abriremos la puerta, nuestra madre no tiene patas negras como las tuyas. ¡Tú eres el lobo!"-
Entonces el lobo fue donde un panadero y le dijo:
-"Me he herido los pies, ponme un poco de masa sobre ellos."-
Y cuando el panadero hubo cubierto sus pies, corrió donde el molinero y dijo:
-"Rocéame un poco de harina sobre mis pies."-
El molinero pensó para sí mismo:
-"Este lobo piensa engañar a alguien."- y se negó.
Pero el lobo dijo:
-"Si no lo haces, te devoraré."-
Entonces el molinero se asustó, y le emblanqueció las patas.
Así el malvado fue por tercera vez a la puerta de la casa, tocó y dijo:
-"Abrid la puerta queridas hijas, mamá está aquí, y ha traído de regreso algo para cada una de vosotras."-
-"Primero muéstranos tus patas para saber si tú eres nuestra mamá."-
Entonces él puso sus patas en la ventana, y cuando vieron que eran blancas, creyeron que todo lo que dijo era cierto y abrieron la puerta. ¡Pero ¿quien entró?, si no el malvado lobo! Se aterrorizaron y buscaron donde esconderse. Una saltó bajo la mesa, la segunda se metió dentro de la cama, la tercera dentro de la estufa, la cuarta en la cocina, la quinta en el armario, la sexta bajo el fregadero, y la séptima dentro de la caja del reloj de péndulo.
Pero el lobo las encontró, y sin ninguna ceremonia, una a una se las fue tragando. La más joven, que estaba dentro de la caja del reloj, fue a la única que no encontró.
Cuando el lobo quedó satisfecho con su apetito, salió, y se arrecostó bajo un árbol en el prado verde, y se quedó dormido. Poco después llegó la vieja cabra a casa de nuevo. ¡Oh, qué panorama el que encontró! La puerta de la casa permanecía abierta. La mesa, las sillas y bancas todas tiradas por el suelo, el fregadero quebrado en pedazos, los edredones y las almohadas quitadas de las camas. Buscó a sus cabritas, pero no encontró a ninguna. Las llamó una a una por su nombre, pero nadie contestaba. Al final cuando llamó a la más joven, una vocecita gritó:
-"¡Mamá, estoy aquí, encerrada en la caja del reloj!"-
Sacó a la cabrita y ésta le contó que había venido el lobo y devoró a las otras. Entonces puedes imaginarte cuánto lloró por sus pobres hijitas.
Soportando su dolor salió afuera, y la cabrita salió con ella. Cuando llegaron al prado, allí yacía el lobo bajo el árbol, y roncaba tan fuerte que hasta las ramas se movían. Ella lo miró por todos lados, y observó que algo se movía y saltaba en su abultado estómago.
-"¡Oh cielos!"- dijo ella, ¿Sería posible que mis pobres hijitas, que se las tragó el lobo para su cena, estuvieran aún con vida?"-
Entonces la cabrita menor corrió a casa y trajo tijeras, una aguja e hilo, y la vieja cabra le abrió el estómago al lobo, y cuando dificultosamente había hecho el primer corte, una de las cabritas asomó su cabeza, y cuando el corte fue aumentado, todas las seis saltaron hacia afuera, vivitas, y sin heridas, pues el malvado, en su ansiedad, se las había tragado enteras. ¡Cuánta felicidad hubo! Abrazaron a su querida madre, y saltaban como un marinero en su boda. La madre sin embargo dijo:
-"Ahora id por algunas piedras grandes, y le llenaremos a la malvada bestia el estómago con ellas, mientras sigue dormido."-
Entonces las siete cabritas le trajeron rápidamente las piedras, y pusieron tantas como pudieron dentro del estómago, y la madre lo cosió de nuevo a la mayor velocidad, de modo que él no se diera cuenta de nada y no notara ningún cambio.
Cuando al fin el lobo despertó, se paró en sus patas, y las piedras en su estómago lo hicieron sentir sed, y quizo ir al pozo a beber. Pero cuando empezó a caminar y moverse, las piedras en su estómago pegaban unas con otras y sonaban. Entonces gritó:
-"¿Qué tumba y retumba
dentro de mi pobre panza?
Yo pensé que eran seis cabritas,
pero no son sino piedras en danza."-
Cuando llegó al pozo se paró a la orilla, y cuando justo se agachó a beber, las pesadas piedras lo hicieron caer dentro. No tuvo ayuda alguna y se ahogó miserablemente.
Cuando las siete cabritas vieron aquello, llegaron corriendo al sitio y gritaron en voz alta:
-"¡El lobo ha muerto! ¡El lobo ha muerto!"-
Y danzaron llenas de regocijo alrededor del pozo junto con su madre.
Autor: Hermanos Grimm
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